Acompañante

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—...Y un jodido acompañante.

Suelto un suspiro largo y pausado, las puntas de mis dedos masajeando la zona punzante en mi entrecejo.

Un acompañante.

La conversación taladraba en mi cabeza desde los últimos cinco días, y mis intentos por ahogar aquella voz jovial de mi mente que me recordaba lo mucho que aquello me importaba estaban fracasando. Los papeles y el arduo trabajo en la oficina no hacían más que afianzar el enfado y el dolor de sus actos, sobre todo haciendo hincapié en aquella preocupación constante que me negaba a admitir por puro orgullo:

¿Con quién iba a ir?

No es como si conseguir una cita fuese difícil para la pequeña y preciosa diosa que adueñaba cada unas de mis emociones, pero ciertamente era algo con lo que no me sentía completamente cómodo. Y no podía hacerme cargo de ello. Mucho menos cuando el sabor de nuestra discusión aún rondaba mi boca. No cuando el vacío aún seguía en mi pecho.

Cierro los ojos, y el dolor de las últimas semanas se mece burlón en mis memorias. Podía verme allí, sentado frente a ella, preguntándome qué podría haber hecho que fuese tan drástico como para que me dejara. Ahora, para bien o para mal, tenía una respuesta.

Era insuficiente. Para su confianza, para su amor.

Para llevarla al puñetero baile.

Arrugo con un gruñido las hojas en mis manos, sin importarme que fuese un contrato ya firmado.

—Él está definitivamente en modo insoportable hoy —Hécate dice, adentrándose junto a Hera en la habitación.

Frunzo el ceño a esta última.

—Dije que no quería verte.

Hera sonríe de lado, una extraña muestra de culpabilidad y altanería.

—Y yo dije que me importaba una mierda.

Camina con un balance de caderas, sus tacos altos haciendo eco en el mármol del suelo mientras acorta la distancia entre nosotros. Apoya la palma frente a mi escritorio, el perfume del humo y la clase prendados en la manera en la que cala del cigarrillo

La mano de Hécate me sorprende con un ligero apretón en mi hombro.

— ¿Necesitas que baje mi rango, actúe como la secretaria que has despedido y te traiga un café? —ella dice.

Me remuevo, mis ojos duros sobre Hera.

—Necesitaré algo más fuerte.

Hécate tira de sus labios en una mueca hosca.

—No me pagas lo suficiente —Con la mano sobre el picaporte, ella nos mira a través de dos rendijas— Nada de gritos, ustedes dos ¿Entendido?

Hera truena su pulsera de plata en un gesto aireado, y no vuelve a mirarme hasta que nos encontramos completamente solos. Me estudia con aparente indiferencia, pero un conocido brillo de tristeza ocupa la profundidad de su mirada.

— ¿Vas a estar enojado para siempre? —pregunta.

Hago un gesto hacia el sillón individual frente a mi escritorio, y ella toma asiento en un cruzar de piernas.

—No es como si fuese a morirme pronto, así que sí.

Toca su boca con la punta de los dedos, sus ojos de borde negro por el maquillaje estudiándome.

— ¿Ya has comenzado a arrepentirte?

Coloco la pantalla del ordenador entre nosotros como una muralla. Muevo el mouse hasta que se enciende, y finjo teclear sobre una transacción que aún no he leído mientras le contesto.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now