Incoherente

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— ¿Tal vez ella solo está tomándose un descanso? —Hécate dice, sus ideas transformándose en incertidumbre. Su tono bajo, concorde con la noche eterna de nuestro mundo.

Cojo el móvil una vez más, los pixeles que conformaban aquellas palabras digitales repitiéndose una y otra vez. Ella había sido concisa.

Tengo cosas de las que ocuparme. Lamento tanto todo esto. 

Y no había nada más.

 ¿Qué era exactamente lo que lamentaba? ¿No poder presentarse a almorzar ayer? ¿Estar atrasada en algo? ¿Lamentaba, quizá, el no contestar a mis llamadas?

—Ha pasado solo un día —Hécate insiste, su voz amortiguada en el altavoz de mi celular— Y ella es una diosa, Hades. Hay muy pocas cosas que podrían dañarla. Tal vez está con Deméter.

Muerdo el interior de mi mejilla, mis dedos picando.

— ¿Crees...? ¿Yo debería...tú sabes, no molestarla en absoluto? ¿A pesar de que se ha incomunicado totalmente? No es una actitud propia de ella, no después de que nosotros...bueno...

Su suspiro llena el silencio de mi sala.

—Te quiero, cariño. Lo sabes. Pero tú y ella no son algo formal, no importa qué haya ocurrido. Nunca lo han aclarado, y ella puede simplemente desaparecer si así lo desea. ¿Lo entiendes? Con un mensaje basta y sobra.

Hago una mueca, a sabiendas de que no puede ver mi rostro.

—Eso no sería muy responsablemente afectivo de su parte. Yo...me preocupo por ella. El mensaje no es algo propio de Perséfone, le falta...

— ¿Un par de palabras cursis? —se jacta, y luego su voz se vuelve mucho más baja, más amable y comprensiva— Va a aparecer pronto, ¿De acuerdo? De seguro ha de estar con su madre, estos días han sido un caos. No la culpes por ello, la chica necesita un respiro. Es apenas una chiquilla. 

Inspiro, mi pecho moviéndose agitado. El picor en mi piel aún persistente. 

Cuelgo la llamada luego de una despedida, y mis ojos vagan alrededor del sofá. Camino hacía él, sentándome de piernas abiertas. Cojo con cuidado la tela suave de su blusa, y retengo el aleteo en mi pecho.

No había nada de qué preocuparse, todos estos sentimientos de pérdida y preocupación eran un invento de mi mente. Era normal, yo había sido abandonado antes, pero ella no estaba haciéndolo.

Perséfone requería espacio, y yo se lo daría.

Al menos así sería, hasta que la segunda semana una llamada a su móvil aún me enviaba al correo de voz.

Me devuelvo una mirada hastiada a través del espejo del baño. La ducha caliente no había servido para calmar en absoluto mis nervios, y realmente lo necesitaba. Yo estaba siendo un jodido grano en el culo en la empresa, y no podía hacer nada para mejorarlo.

Estaba irritable.

Miserable.

Abro la puerta de mi habitación, mis ojos buscando rápidamente en sus prendas dobladas en el lado de la cama en el que ella solía dormir.

Desolado.

Podía entender todo el asunto del espacio, podía entender la falta de comunicación telefónica –ella no había sido alguien tecnológico antes-, pero no podía comprender que me ignorase por completo. Cada día deshacía a Hermes en preguntas por su paradero, ansiaba que se presentase ante mi oficina con algún mensaje de su parte.

Ansiaba...cualquier cosa que pudiera darme. Cualquier cosa que me hiciese sentir menos abandonado.

De verdad quería ignorar esta sombra que me golpeaba en el hombro, ansiosa por desmejorar todavía más la situación. Veía en esta ausencia la insuficiencia de mi carácter, la desconfianza que ella podría tenerme, veía los defectos y las cicatrices que podrían haberla alejado de mi lado.

Y lo odiaba.

Odiaba que mi bienestar dependiese de su parte. Odiaba no poder actuar como alguien maduro, emocional y psicológicamente tratado.

¿Dónde quedaban todos estos años de terapia si permitía que una situación así me dominase? ¿Dónde quedaban las heridas sanadas si me deshacía con el perfume de su ropa?

Su perfume...

Aún me costaba admitirme a mí mismo que lo necesitaba para dormir en las noches. Me costaba admitir que, pese al enfado y al despecho, yo la quería cerca. Necesitaba, anhelaba, rogaba porque volviese. Lo hacía siempre en voz baja, porque no podía permitirme ser aún más patético.

No estaba bien.

Pero si ella...si ella estaba mal...si algo le había ocurrido...

Solo tenía un mensaje destinado a Artemisa, confirmando que se encontraba con su madre en la tierra de los mortales, para saciar las ansias de buscarle. Había algo que no cuadraba, sin importar qué tanto quisiesen los demás convencerme de ello.

Coloco sobre mi cabeza el cuello de la camisa, y toco mis brazos con las manos al terminar de colocármela.

Había algo en mi piel que ardía, casi como si suplicase que escuchara...

La puerta de la entrada sonó dos veces, y apresuré mis pasos a través de las escaleras. No había terminado de jalar el picaporte cuando Artemisa se dio paso al lugar. Eros estaba detrás de ella, su mirada recorriendo cada rincón del recibimiento.

Que sintiera...

Artemisa se giró hacía mi, sus ojos angustiados y opacos analizándome. Algo que vio en mi logró quebrar su postura de ataque, mirándome entre lágrimas contenidas.

—Perséfone no está con su madre...

...la incoherencia.





Hola, les juro que la separación no va a durar nada (y lamento que sea todo muy rápido, pero no aguanto tenerlos separados, prefiero el quilombo en el que van a vivir después antes de que a mi Hacedito le agarre ansiedad)

En fin, gracias por comentar siempre. Prometo escribir cuando deje de rendir alguna vez. O prometo rendir cuando al fin escriba...en fin. Cosas.

Gracias de nuevo.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now