Primera vez.

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—De verdad no hay nada que pueda contarte.

Perséfone se lleva una fresa a los labios, sus ojos inquisidores midiendo cada reacción en mi rostro. He tratado de extraer detalles de su vida desde el momento en que la recogí de su casa y, ahora, con sus bucles cortos bailando en sus hombros, estoy tanteando los archivos amorosos firmemente escondidos tras de sí.
Sonrío, cruzando las piernas de la manera más casual que me es posible sin ser un idiota.

—Te he hablado sobre las relaciones de mi pasado —le recuerdo, tomando el racimo de uvas a mi lado. Cojo una entre la punta de mis dedos y mastico con suavidad mientras ladeo la cabeza hacia ella — Es tu turno.

Quiero saberlo todo de ella, quiero enterarme cómo funciona su corazón.
Quiero saber qué la ha hecho reír.

—Supongo que yo era una especie de no-besada cuando Ares jugó conmigo —murmura, recogiendo sus piernas hasta su pecho, sus pies pequeños escondidos en su pantalón de pijama. Ignoro su pequeña camiseta de una flor a medio dormir, concentrándome en la idea de destruir la pizzería que retrasa nuestro pedido desde hace una hora, y en este desagradable retrato de la burla en el rostro de Ares.

Una imagen aterradora de una Perséfone joven entre los brazos de mi sobrino llega a mi antes de que pueda hacer nada por evitarlo. Creo ver sus manos acariciando su pecho, sus ojos a medio cerrar por la inseguridad, su cuerpo tembloroso, cálido, y dulce...

Toso, intentando deshacerme del gruñido animal que carcome mi garganta con sus fieras garras. Me obligo a señalar al racimo de uvas de mala gana, como si las pobres frutas pudiesen excusar mi escena de guardabosques entrometido.

—Y... ¿A ti...? —carraspeo a sus ojos abiertos y atentos, y giro mi mirada a un lado— ¿T-te gustó?

Ella sonríe, sus mejillas con un rubor acusador.

—No recuerdo haberte preguntado nada por el estilo cuando me hablaste de tus amores, Hades. No creo que esto sea justo.

—No tienes que preguntar, tú eres mi único amor, todo lo que probablemente te interesa saber lo he vivido contigo —Siento como ahoga un chillido, y forjo un gesto despreocupado que opaca el bullicio de mi pulso— ¿Qué? Te dije que no me guardaría nada. Seré totalmente sincero.

Perséfone tiene la vista clavada en mi mantel de flores, y los dedos de sus manos revolotean nerviosos en su regazo. Cuando reúne valor y se decide a mirarme, algo en el temblor de sus ojos logra deshacerme de mi pose de falso-experto-en-el-coqueteo y me encuentro cohibido ante ella, mi cabeza tan gacha que casi está a la altura de la suya. Se inclina en el sillón, una mano posándose en mi rodilla, quemando mi piel a través del pantalón del traje.

—S-si hoy no vas a guardarte nada —dice, sus ojos reteniéndome— Entonces sé sincero conmigo, pero de verdad.

— ¿De verdad?

— ¿Qué es lo que realmente quieres saber?

Prefiero fingirme idiota.

—Si te lo digo le quitas el chiste al interrogatorio.

—Hades.

—Al menos déjame interpretar el papel de policía bueno. —Antes que el de policía estúpido.

Ella cruza los brazos sobre su pecho, la flor estampada de su blusa a tirantes burlándose de mi.

Hades.

Cierro los ojos, mi pie revoloteando inquieto en el suelo. Ella sostiene mi pierna temblorosa, animándome.

— ¿Sentiste algo? —Cuestiono, soltando todo de repente con los labios apretados hasta la insensibilidad — ¿Cuándo él y tú...? — ¿Sentiste lo que sentiste conmigo? Quiero preguntar.

¿Has amado a alguien más?

Creo que mi eternidad pasa frente a mis ojos mientras ella se remueve, debatiendo la respuesta.

No —susurra, atrapando su labio entre los dientes— Al menos no como...

— ¿Cómo...?

—Nuestro beso.

Muerdo mi lengua, pero la pregunta sale antes de que pueda evitarlo.

— ¿Ha sido mejor?

Ella sonríe, probablemente burlándose de mi patético ser.

—Me gustaría contarlo como el único, si eso te quita alguna duda. —Sus ojos están en todos lados menos en mi, y el rojo de su rostro se come poco a poco cada porción de su piel— Quiero contar cada cosa que haga contigo como la primera vez.

Inspiro, la falta de oxigeno burlando mis pulmones. Las orejas en alza de los perros prueban sutilmente que dentro de mi los gritos silenciosos están destruyéndome. Tengo su rostro en mis manos antes de ser plenamente consciente de ello, mis pulgares hurgando los pliegues de su boca, los índices rozando con cuidado la piel por debajo de sus pestañas. Sus ojos enormes y traslucidos me devuelven una mirada tímida a mi actitud enloquecida.

Quiero decirle tantas verdades que me han quemado por dentro todo este tiempo. Quiero hablarle de cómo mi tacto quema con el roce de su piel, quiero hablarle de esta presión aquí, en mi corazón, cuando no la veo.
Toco con urgencia su labio inferior, pero cuando repito el gesto, su lengua ha rozado mi piel como un acto reflejo. Atasco un gruñido, mi pulgar húmedo.
Cojo su mano de repente, aplastándola en mi pecho. Mis latidos en concordancia con el pulso de su sangre sobre mi piel.

—Hace tiempo —le digo, cogiendo aire por la boca— que no sé qué hacer con esto. Ha latido así desde que te vi, y no sé, ni puedo, ni me interesa pararlo. Creo que es algo que debes saber.

Una bruma deliciosa de confusión le nubla las pupilas, y yo me derrito por ella. Por ella, y por mi nombre envuelto en sus suspiros.

—Hades...

La punta de mi nariz juguetea con la suya.

—Y no es querer —río, mi timbre perdido y sin ruido— Si fuese un querer yo sabría qué hacer —Tomo su respiración agitada como propia, mientras rozo con la boca los puntos calientes en su mejilla. Mi mano sujeta su nuca, empujando cualquier distancia entre nosotros. Estoy hablando sobre sus labios, y la electricidad de cada choque sofoca todo mi interior. — Perséfone —le llamo con urgencia— Te amo desde el primer día —la siento temblar, y mi risa incrédula muere en su suspiro. Acaricio el borde de su mandíbula, los vellos de su cuello, la piel tersa en su garganta — No es como si hubiese podido pararlo, pero quiero regalarte esta primera vez.

¡Hola!
Les juro que traté de hacerlo no tan cursi (de eso se encarga Rachel, y pues ya mucha azúcar daña a la sAAAluuUUUd). Pero en fin, Hades siempre me sale dulce, es que ya viene así de fábrica.

Siempre estoy agradeciendo sus comentarios, y rogando porque Wattpad habilite comentar con memes. (Oremos a la pachamama por ello)

Besos con barbijo, quédense en sus casas, y salud, salud, salud.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now