Gritar

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Estaba segura de que no recordaba su nombre esta vez.

Observo la sonrisa fácil, los ojos chispeantes y el cabello ondulado. A fin de cuentas, él y la simpática ninfa a su lado eran la centésima pareja que se presentaba ante nosotros en la noche. Yo había intentado cumplir mi papel, aprenderme los nombres, recitar de memoria los árboles genealógicos de la divinidad, pero estaba deshecha. Esto era todo. No podía recordar una cara más.

El desconocido inclina su copa hacia mí, reluciente, y yo agito la mía en respuesta. Me es fácil sonreír cuando la sorpresa es grata en el rostro de los invitados.

—Felicidades por el futuro compromiso, señorita —dice, y luego su mirada recae en Hades, un guiño de simpatía hacia él— Ella es realmente tan preciosa como lo comentan, su majestad. Espero que sean felices.

A mi lado, un Hades en traje y de cabello laminado se permite inflar el pecho, la curva astuta en su boca como un indicio de orgullo.

—Tan preciosa y capaz como la ves, Dionisio.

Ah, Dionisio. Era más fácil asociar a esa sonrisa ligera ahora.

—Permítame llenar su copa en su honor, mi estimada. Hace tiempo ya que solo la veo consumir agua.

Le sonrío.

—No estoy bebiendo por el momento, pero se lo agradezco. Agua está bien para mí.

La mano protectora de Hades vuela hacia mi vientre en un santiamén, y la comprensión se hace notoria en los ojos del dios. Sacude la cabeza, y me mira de arriba abajo como si fuese la primera vez.

— ¡Perdóneme, mi lady! Ese vientre suyo luce tan bien en usted que he olvidado lo que carga en su interior. Créame que está radiante.

Hades frunce la nariz, pero está sonriendo.

—Deja de coquetear con mi esposa, hombre.

—Tu prometida —corrige él, y comparte conmigo una sonrisa amistosa. Se mece en un gesto de despedida, ofreciéndole a la ninfa su brazo libre. Cuando se vuelve hacia nosotros por un segundo, él es puras sonrisas y elevaciones de champaña— Felicidades por el futuro heredero, majestades. Enviaremos nuestros presentes cuando el pequeño príncipe nazca.

Y entonces, cuando se aleja y su cuerpo enorme y coqueto desaparece en la multitud, ese inquieto malestar retumba en mi interior otra vez. Lo había sentido desde los primeros seis meses, cuando el bebé no dejaba entreverse tras cada consulta, y lo seguía sintiendo ahora que todos asumían su sexo con tanta premonición. Su género parecía algo importante, algo que lo definía, y yo no podía alejar mi mente de ello. ¿Qué tan importante era todo esto? ¿De qué manera tendría que afrontarlo?

Antes de que tenga más tiempo para escarbar en mi cabeza, la mano protectora de Hades está sobre mi cintura, jalando de mí y de mi pequeña barriga hasta el jardín lateral. Arrastra una silla, colocando mi trasero sobre esta, él de rodillas ante mis piernas.

Frunce las cejas.

— ¿Qué ocurre? —Taja.

Inclino la cabeza.

— ¿Disculpa?

— ¿Estás molesta por algo? ¿Quieres volver a casa? ¿Te...? —Sus ojos se abren de par en par, manos inquietas inspeccionando mi cuerpo— ¿Te sientes mal? ¿Hay algo que te duela? Estaremos en el hospital en un segundo.

—Hades...

—Creo que uno de los amigos de Zeus practica la medicina. Voy a llamarle. Y creo...siempre podemos recurrir a Ilitía. Nos dijo que vendría.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now