Discutir

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Remuevo con presura los restos intactos de comida en mi plato. Por un segundo, una uva azulada refleja la luz del comedor silencioso, y creo ver en ella el rostro burlón de un Hades en miniatura.

La cena estaba transcurriendo de la peor manera posible. Con el dios del Inframundo empecinado en sacar la paciencia de mi cuerpo, y el dios del amor gozando de ello como un niño en navidad, nada bueno podría rescatarse. Ni siquiera la rebanada de pastel de chocolate que yo tan laboriosamente había horneado.

Gruño, y pincho la uva con un tenedor, la cual me devuelve una ojeada socarrona, desquiciándome hasta que estoy tirando los cubiertos en la mesa, cruzando los brazos sobre el pecho y jalando mi mentón hacia abajo.

Eros me devuelve una mirada de ceja enarcada, con un bocado en su boca a medio masticar. Hades, por su parte, me mira de reojo mientras corta en dos una rebanada de pan. Sus labios forman una línea uniforme, tensa.

Carraspea.

—La he visto —siseo hacía él, quien no se digna a mirarme de frente.

Masticando con lentitud, cuestiona con aparente desinterés:

— ¿El qué?

—Has sonreído.

—Bueno, perdón por ser feliz.

Entrecierro los ojos, y él sostiene su cabeza con una mano en su barbilla. Sus pestañas aletean hacia mi, y yo cojo el borde de la mesa con fuerza.

— ¡Te estás jactando de la situación! No te hagas el inocente, yo lo he visto. Estás riéndote.

—Eros, ¿Gustas más patatas? —dice, ignorando por completo mi riña infantil. Cuando Eros niega, con los ojos brillantes de diversión, se dirige de nuevo hacia mi persona. Su lengua relamiendo sus labios, la curva invisible de una sonrisa contenida en ellos— ¿Y tú, asesina de uvas?

Tiro la servilleta contra mi regazo, suspirando hacia el techo gris inmaculado.

—Voy a abandonar esta conversación.

—Tú abandonas muchas cosas, no es algo que nos sorprenda.

Me incorporo en mi lugar, mi lengua hurgando en mi mejilla en un gesto de estrés que niego haber aprendido de él.

—No metas a Eros en tus juegos de crío.

Hades sonríe.

—Estoy ofreciéndole un espectáculo, nena.

— ¡Y tengo la primera fila! —Eros concede, la felicidad emanando de cada uno de sus perfectos poros.

Me muerdo el labio con fuerza, recordándome no alimentar su ego siguiéndole el juego. Corto una rebanada de pastel para Eros con un suspiro pesado, y cuando Hades me enseña su plato, yo empujo el pastel hacía él.

—Lo siento, alteza —siseo, metiéndome un trozo de chocolate a la boca— Aquí no defendemos la monarquía, así que si quiere pastel; sírvase usted.

Veo un brillo relampaguear en sus pupilas, y algo en su manera de estudiarme logra que me remueva sobre el cojín de mi asiento. Hades tenía estas pesadas y negras pestañas que creaban una ranura exótica cuando sus ojos se entrecerraban, y era algo que mi pulso no había dejado de amar.

—Bueno, esta es la cena más incomoda a la que he asistido jamás.

Eros nos dirige una sonrisa fácil y contagiosa, sus dedos cogiendo con delicadeza la servilleta a su lado. Le lanzo una mirada de disculpa, mientras enarco una ceja acusadora hacia el dios de mis problemas.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now