Vestido

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— ¿Este es el momento en donde finjo que no te he pillado escuchando a hurtadillas?

Las olas de la piscina parecen detenerse en un abrupto con el sonido de su voz. Puedo vislumbrar su reflejo distorsionado en medio del agua, pero el brillo de esta no le hace justicia a sus ojos chispeantes en cuanto me digno a mirarle.

Me refugio a través del humo caliente, mi corazón todavía galopando por la carrera que he realizado para llegar antes de que él adivinase mi falta. Muerdo mi labio inferior, y él planta su rodilla justo en el borde de la alberca. Hace un gesto con la cabeza, llamándome, y yo estoy nadando hacia él antes de ser plenamente consciente de ello.

Bajo la intensidad de su mirada, me decido a tocar con el índice el borde de sus zapatos caros cuando he llegado hasta su lugar.

— ¿Estás enfadado? —le susurro, mi voz unos tonos más bajos que el usual.

Él suelta el aire entre los dientes.

—Como si alguna vez yo me enfadara contigo.

—Lamento haberte desobedecido.

—Es algo a lo que estoy acostumbrándome. —se jacta, y luego una arruga profunda se posiciona entre sus cejas. Me estudia durante todo un minuto, y no vuelve a dirigirse hacia mi hasta que ha comprobado mi integridad — ¿Qué tanto has escuchado?

"¡No puedes revelarte contra tu propio hermano por una diosa de la que desconocemos hasta su sangre!"

Sumerjo la boca, mis palabras saliendo en un murmullo burbujeante.

—Lo suficiente.

Él arruga la nariz, un gesto demasiado infantil para sus ojos cansados.

—No me gusta que me escuches gritar —susurra— Lo lamento.

Odiando la dureza de su boca, me decido por una sonrisa traviesa para aligerar su malestar.

—Tú siempre estás gritando.

Me devuelve el gesto durante un instante, antes de flexionar su espalda, cogiéndome de las manos y tirando de ellas hasta posicionarme de pie frente a él. Cuando me aferro a su ropa para no caerme, me toma entre sus brazos. El calor de su cuerpo luchando contra el frío de mi piel mojada. No parece importarle la humedad de sus puños, ni el charco de agua que se arremolina a nuestros pies.

Sus dedos resbalan hasta mi cintura, tirando de los pantalones cortos con los que he me lanzado sin pensar. Traza el elástico con una ceja irónica.

—Ni siquiera te has puesto el traje de baño.

—Tenía que llegar aquí antes que me descubrieras.

—Te di tiempo de sobra cuando vi tus pies desaparecer bajo la puerta.

Frunzo la boca, y su mirada se prenda de ella con un gesto oscuro.

—No fue suficiente, necesitaba despistarte. Y realmente creí...

— ¿Que no me daría cuenta? —murmura, sus yemas limpiándome la humedad de las mejillas— Diosa, le arranco horas a los días para mirarte un poco más, así que muy obviamente habría notado la falta de un bikini en ti. —Sus ojos vagan sobre mi cuerpo mojado, el negro de sus pupilas manifestándose en la gravedad de su voz— Y no es que esté quejándome de esta opción tuya de último momento.

Golpeo su pecho con cariño, y el besa con delicadeza el comienzo de mis cabellos húmedos. Frunce el ceño ante la frialdad en ellos, y me aferra contra sí mientras busca una toalla con la que envolverme. Cuando hemos llegado a la puerta de salida, él alza mi cuerpo entre sus brazos, procurando que la tela cubra cada parte expuesta en mi mientras camina hacia el interior de la casa.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now