Daphne

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El día en que todo se va por la borda comienza, curiosamente, con un mensaje de texto. Estoy acurrucada entre las sabanas blancas, su pecho desnudo abrazando al mío, y entonces este, como premeditado, retumba en la vibración de mi móvil.

Hades gruñe, su sueño interrumpido. Y yo sonrío con los ojos cerrados.
Él ha estado trabajando hasta tarde la noche anterior –algún problema con el ángel de la muerte, según he podido saber- por lo que en el momento en que su coche se estaciona frente al porche de casa mis planes de estudio se reemplazan. Una sesión de besos en la puerta, una rápida conducción por la autopista y un ajetreo de ropas desparramadas en el suelo del Inframundo tomando su lugar.

No me arrepentía.

Suspiro con cuidado, mis músculos estirándose. Toco la pantalla con la punta de los dedos, uno de mis ojos luchando contra el brillo cegador.

Hola, extraña. He conseguido tu número al fin.
¿Tal vez podríamos tomarnos un café? Está este sitio nuevo en el centro comercial, yo invito.

Esperándote.

Soy Daphne, por cierto.

xoxo.

Tecleo una afirmación, aún con una sonrisa en los labios. Ladeo la cabeza hacia la figura dormida a mi lado, y reprimo el impulso de sumergirme entre sus brazos una vez más. Extrañaba a Daphne, y sería bueno no perder del todo el contacto con ella.
Además, ella siempre estaba en varios lugares a la vez. No deberíamos de tardar demasiado. Incluso podría volver para almorzar juntos después.

Consigo convencerme de ello lo suficiente como para mover mi trasero hacia el baño e higienizarme. Cuando me acerco a la cama nuevamente, Hades ha cambiado de posición. Una de sus manos tanteando cada tanto el espacio vacío a su lado.

— ¿Hay algún buen motivo para que estés lejos de mi justo ahora? —pregunta, su voz ronca y adormecida.

Doy unos pasos hacía él, los tacones que he elegido retumbando en el suelo.

— ¿Cómo has sabido que aún estaba aquí?

Se toma un minuto entero para pensarlo, cojo el bolso que está a su lado y le miro con ternura, pensando que ha vuelto a dormirse.

—Contigo —dice entonces, y se remueve, las sábanas cayendo y dejando sus pectorales frente a mi mirada ansiosa— es todo...sentir. Hay algo aquí, en mi piel, en mi pecho, cuando entras en una habitación. —Suspira, un brazo cubriendo sus párpados de la luz de la lámpara— Es como sentir el calor de llegar a casa.

Muerdo mi labio, y obligo a mi corazón a repetir su ritmo normal. Me inclino hacia él, mis labios en su frente depositando un beso pequeño.

—Volveré pronto, solo voy por un café. Puedes dormir mejor ahora.

Gruñe, y tira de mi mano. Una mueca en su boca, su ceño frunciéndose aún con los ojos sin abrir.

—Nunca puedo dormir bien cuando no estás.

Reconozco la persuasión en su voz, y rozo ligeramente sus labios con una sonrisa.

—Ten una linda mañana, bello durmiente. —digo, y en cuanto me alejo, su mano sale disparada. Realiza un circuito cálido con sus dedos desde mi mentón, mi mandíbula, el cuello y la nuca, tirando de esta hasta que nuestras bocas impactan. Y cuando me besa, su lengua baila con la mía casi como si quisiese memorizarme.
Me roza hasta que mi mente se nubla, y cuando me suelta, una sonrisa socarrona y unos orbes brillantes me devuelven a la realidad.

—Ahora siéntete libre de dejarme.

Arrugo la nariz hacia él, mis piernas inestables y mi aliento jadeante. Él ríe en cuanto me ve tomar el camino hacia la puerta con paso vacilante.

—Rey presumido —le gruño, y me da una última sonrisa.

Extensa, fresca.
Cálida.

—Voy a estar esperándola, su majestad.



Cuando está frente a mi, Daphne es todo calor, cariño y dulzura. Sus ojos como dos luceros en cuanto nuestras manos tiran de la otra en un abrazo.

—Hola, tú —ella dice, su brazo rodeando al mío en camino hacia nuestras mesas. — ¿Cuánto ha pasado desde que he visto tu pellejo? ¿Mil años, tal vez?

Se ríe, su voz dulce filtrándose en la muchedumbre del café y atrayendo la mirada de unos cuantos comensales. Froto su piel con la palma, inclinando mi cabeza.

—Hola para ti también, exageración —musito, tomando asiento y colgando el bolso detrás del respaldar, observando su largo cabello sacudirse en un ligero movimiento.

—Comenzaba a pensar que tal vez no querías perder tiempo conmigo.

Jadeo, una sonrisa abierta en mi cara.

—Tú sabes que yo jamás haría eso —Me mira con picardía, encogiéndose de hombros. Muerdo mi labio en una negación divertida, y me detengo a pensarlo durante un segundo— El mundo es una mierda a veces, eso es todo.

Daphne hace un gesto hacia el camarero.

—Para que tú digas mierda —dice, con sus ojos aún buscando entre la barra— es porque algo realmente malo ha pasado. ¿Te sientes cómoda hablándome sobre ello? ¿Quieres hacerlo? Quizás pueda distraerte, después de todo nadie va a interrumpirnos ahora. Salvo por...eh, un amigo. Debe entregarme unos papeles que olvidé el otro día.

Lo pienso durante un segundo, miles de imágenes recorriendo mi cuerpo en un sudor frío del cual no puedo deshacerme. No quiero que mi mañana sea sobre esto.

No quiero que mi vida sea sobre esto.

—Me distraería más si me contases qué has estado haciendo —hago una pausa, ambas ojeando el menú que nos ha sido entregado. Cuando mi mirada se detiene en un batido de fresa, añoro la fruta de casa y miro a Daphne con sincero cariño— Siempre me lo pregunté cuando te fuiste. Te extrañé cada día, todas lo hicimos.

Sus ojos se achinan, brillantes. Coge mi mano en un apretón por sobre la mesa.

—Y yo te extrañé a ti. Por eso quiero que me prometas que las cosas para ti están bien.

Pienso en Apolo casi sin poder evitarlo. Y pienso en esta extraña sensación de frialdad que se niega a abandonarme.

Sonrío.

—Nada que no pueda manejar, Daph. Lo prometo.

Ella no nota el temblor de mi cuerpo, lo cual agradezco. Su mirada anclada a un punto detrás de mi. Me da una sonrisa rápida, susurrando.

—De acuerdo, con respecto a mis asuntos...bueno, este es el más reciente. Y la causa por la que he podido hacerme con tu número.

Parpadeo, confundida. El frío ahora calándose en mis huesos.

Daphne sonríe hacia alguien detrás de mi, mordiendo su labio inferior con entusiasmo.

—Bueno, Pers, creo que no es necesario que los presente, ya que me ha dicho que se conocen. Sin embargo...—me mira, señalándome— Esta es Perséfone. Pers, este es...

—Hola, P. —Interrumpe de repente, y mi pecho se contrae.

No necesito darme vuelta para reconocerlo, lo he sentido desde el primer momento. Nada tiene que ver con las sensaciones cálidas que Hades ha descripto antes y, sin embargo, mi cuerpo entero parece estar anclado a reconocer el terror.

Giro mi cuello con cuidado, y obligo a mi mentón a dejar de temblar en cuanto lo enfrento. Allí, de pie con grandes cicatrices visibles a lo largo de su rostro sereno y de ojos furiosos, está Apolo.

Y no necesito más que de su sonrisa para comprender que mi mundo ha de hacerse trizas otra vez. 

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now