Artemisa.

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No puede ser amor.

Símplemente no.
La maldita diosa de la primavera y el maldito señor del inframundo.
No.

Recordaba con reticencia aquella mirada. Él tenía eso en sus ojos. Eso que solo había notado en un número tan reducido de dioses que a veces sospechaba que se trataba de puras mentiras.

La había traído a casa luego de un paseo, quizás pensando que ella no se encontraba en el edificio.
Artemisa había sido testigo de sus salidas en un silencio cómplice. Nadie podía contra su estrecha vigilancia, ni siquiera el rey de los muertos.
Debía proteger a Persefone...
...pero también le debía lealtad.

Recordó los pasos silenciosos y el cerrojo de la puerta siendo girado levemente. Escuchó una risita de chiquilla y se obligó a no rodar los ojos.
Niña tonta, niña tonta y descuidada.
Él puede lastimarte.

-Aún creo que eres un sinvergüenza.

Oh.
Qué sorpresa.

-Sigo sin ser merecedor de ese título. He hecho todo lo que me pediste.

-Hacerlo porque yo te lo diga no es lo mismo que hacerlo por voluntad propia, Hades.

El silencio se instaló por unos instantes, y Artemisa rozó apenas el suelo para poder acercarse. El respaldo del sofá le brindaba la visión del rostro del rey, quien cuadraba la mandíbula en un gesto furioso. Sin embargo, sus ojos aún eran negros.

Los pasos de Persefone no hicieron ruido alguno. Tocó el rostro de Hades con la mano, y susurró:

-Sabes que bromeo. Gracias. Por lo de hoy y...por todo.

Entonces, aquella mirada apareció.
Los ojos vagaron hacia abajo hasta encontrar el rostro de ella, y el negro pareció fundirse en brillos que Artemisa nunca supo comprender.
Había presenciado el tacto de los amantes, de los amigos, de la familia. Y aquella mirada era todo eso. Todo eso.
Le pareció que Hades inclinaba un poco la mejilla hacia la mano, como rogando el tacto, antes de suspirar:

-Por ti, todo lo que digas y más.

Cuando la puerta se cerró y ella se vio obligada a fingir su repentina entrada en la casa, se detuvo ante los pies nerviosos de Persefone. Las ganas de regañarla colgaron en el momento en que surgieron.

Recordaba a Hades mirándola otra vez. Y recordaba el peligro que eso implicaba.

No podía ser amor.
Pero, mierda,
se parecía bastante.

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora