Bonita.

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Siento la vibración del móvil remover la bruma de sueño a mi alrededor. Estiro un brazo y mis dedos tantean torpemente la lisa superficie de mi mesita de noche.
Con la presión oprimiendo mi cabeza como una pequeña bola de papel, pienso que cuidar de un Storge enfermo no ha sido la más sensata de mis ideas.
Sofoco un estornudo con el pañuelo, y una mano de uñas perfectas me tiende el teléfono.

—Gracias, Artemisa.

Mi voz suena nasal y patética, pero ella recibe mi sonrisa con simpatía antes de sentarse en el borde de la cama de nuevo, con sus ojos centrados en una revista de chimentos que ella jura odiar. Fijo por un segundo la mirada en su ceño fruncido, y me pregunto si alguna vez ella deja de preocuparse por mi bienestar.
Observo la pantalla rota y borrosa de mi celular, y siento el pulso bailando en mis oídos  en cuanto veo su nombre.

<<¿Los no amigos pueden ir a cenar de vez en cuando? Si la respuesta es afirmativa, te recojo a las 8pm.
xox
Hades.>>

Sonrío, pero una mueca se adueña de mi boca en cuanto un nuevo estornudo sacude mi cuerpo. Artemisa me extiende un pañuelo sin siquiera mirarme, y una oleada de afecto me recorre de pies a cabeza.

<<Storge ha dejado más que pulgas de hámster desde su última visita. Estoy fuera de juego con un resfriado. Lo siento. xox>>

<<Voy en camino.>>

La perspectiva de él viendome con el pelo hecho un desastre y la nariz roja y congestionada no está  ni en mis más profundas pesadillas.

<<Estaré bien, no te preocupes. Solo necesito dormir.>>

Remuevo mis pies, y Artemisa enarca una ceja hacia mi. Trato de ocultar mi nerviosismo sin ningún tipo de éxito.
Mi móvil vibra de nuevo en cuanto ella está a punto de abrir la boca.

<<Puedo ser una almohada si así lo deseas.>>

Quiero luchar contra la emoción pulsante en mi pecho, pero la imagen de mi madre cruza mi mente como un rayo. Se supone que llevaría las cosas con Hades de manera cuidadosa y secreta, y las visitas a casa mientras estaba postrada en una cama llena de pañuelos no eran precisamente cautelosas.
Era algo íntimo y arriesgado.
Demasiado.

Tratando de ignorar su mensaje, y aún con mis manos aferrandose al borde de mi pijama, observo la figura de Artemisa desperezarse con cuidado, para finalmente ponerse de pie. Se coloca de brazos cruzados frente a mi y estira una mano hasta mi frente sudorosa.

Arruga el ceño, preocupada.

—Dile a Hades que te humedezca los paños para la fiebre en cuanto llegue. Te está subiendo la temperatura.

Abro la boca, sonidos ininteligibles salen de ella.

—¿C-cómo...? ¿Tú sabes...?

Ella rueda los ojos.

—Por supuesto que lo sé, solo pones esa cara de tonta cuando se trata de ese sinvergüenza. No estoy de acuerdo —añade ante mi sonrisita de idiota— Pero esto no va a durar mucho, y me niego a ser yo quien te quite la posibilidad de experimentar antes de que tu madre se vuelva loca.

Me remuevo, sintiéndome como una niña pequeña.

—Gracias por guardar el secreto.

Suelta un largo suspiro, antes de dejar un beso resignado en mi mejilla. Su olor a bosque y aire fresco persiste en mi incluso cuando ya está en el borde de la puerta. Ella me sonríe ligeramente, una pequeña arruga preocupada le baila en el medio de las cejas.

—Vendré en cuanto me lo pidas, estaré con mi hermano hasta entonces. No lo he visto desde hace bastante —añade para sí, antes de sacudir la cabeza y mirarme con los ojos entrecerrados— Si el bastardo te enfada de alguna manera, no dudes en hacermelo saber.

Quiero alejar la imagen de Apolo de mi cabeza.

—Te quiero. —Le digo, y ella me lanza un beso, mientras murmura un yo también y desaparece de mi vista.

No tengo tiempo de enredarme en mis pensamientos, pues unos minutos después escucho unos pasos suaves en la escalera. Parpadeo en cuando veo a un Hades recién duchado, en sudadera y con bolsas de cartón en los brazos. Él alza sus cejas preocupadas hacia mi.

—Artemisa me ha abierto la puerta. Ha dicho que te ha subido la fiebre. —murmura, dejando las bolsas a un lado y apresurandose hasta estar de rodillas a mi lado. Trato de ocultar los pañuelos usados del tacho de basura con fingido disimulo, pero él solo tiene atención para mis ojos. —¿Qué tal te encuentras? —pregunta entonces, y me recorre la cara interna de la muñeca con sus dedos.

Observo los mechones húmedos de su cabello, su rostro recién afeitado y su sudadera grande e impecable. Su aroma a ropa limpia y jabón me golpea de lleno, y soy consciente de que mi aspecto está en el bando contrario al suyo.
Pienso en mi nariz roja e hinchada, en mi cara sudorosa y en mi pelo suelto y enmarañado. Llevo una pijama antigua con una remera demasiado pequeña y andrajosa con un dinosaurio babeante como estampa gastada.

Definitivamente la sensualidad hoy no juega en mi equipo.

Cierro los ojos, y trato de omitir la voz rasposa y gangosa que oprime mi garganta.

—Hecha un desastre.

Él sonríe, con esas pequeñas arrugas perfectas en el contorno de su boca, y examina entonces mi figura. Siento sus ojos detenerse en mi pecho, y deseo estrangular al dinosaurio que se desfigura entre la tela tirante.
Él se pasa la lengua por los labios, observa mi rostro rojo, mi pelo de mierda, y sacude la cabeza con una risita incrédula.

—Realmente no puedo creerlo —murmura entonces, y me mira con las pupilas brillantes.

Le lanzo una mueca de disgusto, tratando de ocultar lo herida que me siento.

—Te dije que podía cuidarme sola. No tengo fuerzas para ponerme bonita para ti.

Me sonríe una vez más, acercándose. Trato de alejarme y aludir al contagio como una excusa, pero él sujeta mi barbilla con los dedos y roza mis labios con los suyos.

—Estás más que bonita para mi —dice, plantandome un beso suave.— Mucho, mucho más que bonita.


E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now