Reclamar

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Cierro los ojos con fuerza.

— ¿Y a dónde se supone que vas?

La siento caminar de un lado a otro. Sus pequeños pies creando un eco lejano en mi neblina de sueño.

—Con mi madre, Hades. Ya te lo he dicho.

Cerberos lanza un resoplido, contento de ocupar el lugar vacío que Perséfone ha dejado en la cama. Espío por entre mis pestañas y la luz cegadora de la veladora la silueta de su cuerpo. Luce preocupada.

— ¿Y es necesario que vayas ahora?

Ella se cruza de brazos.

—Ya ha pasado más de una semana.

—No es eso a lo que me refiero, cariño.

— ¿Entonces cuál es el problema?

—Son las cuatro de la madrugada.

Se sacude adentro de un vestido de corte recto mientras sus manos tantean por unos tacones bajos en sus pies, demasiado ocupada como para reparar en mi tono burlón.

—Tardo un buen rato en llegar allá, y quiero pillarla antes de la hora de la cosecha. Es cuando está de mejor humor, el trabajo la hace insufrible.

Extiendo mi palma hacia ella.

— ¿Estarás cómoda si voy contigo?

Me sonríe, inclinándose hasta besar la piel de mis dedos.

—Eso es muy dulce, pero creo que debería ir sola.

—Podría ser de ayuda para quitarte los nervios.

—Ya me has ayudado bastante anoche —susurra, sus ojos brillantes— De hecho, lo has hecho durante toda la semana.

Le devuelvo el gesto con una ceja enarcada.

— ¿Estás rechazando mi ayuda, entonces?

—La estoy postergando —Se toma un minuto para mirar a su alrededor, su ceño fruncido en consternación— Si no arreglo las cosas con mamá, esto seguirá pasando. Estoy harta de ellas.

Me inclino con lentitud hacia donde sus dedos inquietos me indican. El suelo y las sábanas se cubren en toda su extensión con un millar de flores azules, como cada noche desde hacía siete días. Por este entonces, Perséfone solía estar lo suficientemente furiosa como para transformarse y exigir una distracción. Y si ello había implicado noches de sexo interminables, bueno, yo no era nadie para juzgar sus vías de escape.

Sonrío.

—A mí me parecen muy bonitas.

—Ya, pero la vida no se basa en estar enojada y tener sexo contigo con orgasmos florales. No es justo para ti, tampoco.

—Yo no he presentado ninguna queja.

Le baila una carcajada en los labios tensos, y expongo mi mejilla cuando se inclina a darme un beso. Me toca la sonrisa triunfal con el índice de manera juguetona, y yo cierro los ojos cuando posa su boca en mi frente.

—No te olvides que hoy no trabajas. Ya te he quitado la alarma.

—Si me das dos segundos, me cambiaré e iré contigo.

Siento su mirada divertida mientras ahogo un bostezo.

—Si te necesito, te llamaré. Todavía es muy temprano para que vuelvas a la Tierra. No quiero que te descompongas.

Suelto un murmullo, mis parpados demasiado pesados como para abrirlos.

— ¿Y cuándo vuelves?

E t e r n i d a d (HadesxPersefone)Where stories live. Discover now