Vuelo #47

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Shang Qinghua es alguien muy extraño, un misterio indescifrable tras otro para Mobei-jun, no deja de sorprenderle cuando parece adelantarse a ciertos asuntos y tener todo preparado tras bambalinas, incluso sabe cómo complacerlo de una manera u otra, y calmarle cuando no se encuentra del mejor humor posible.

Se da cuenta de que quizás él no sabe tanto de Shang Qinghua como él quisiera, cuando le ve triste no está muy seguro de como animarle, Shang Qinghua al verle simplemente borra todo rastro de tristeza y le dirige una sonrisa que no sabe cómo interpretar, apenas puede enumerar las cosas que sabe de Shang Qinghua, al menos ya sabe que no le gusta para nada los rituales de cortejo demoníacos, le gusta los fideos ramen hechos a mano y las semillas de melón que comía sin parar, también ve que es muy trabajador al punto de casi no dormir, escribe extrañas fantasías que a menudo cataloga como sus creaciones.

Aunque podría decirse que ya sabe mucho sobre Shang Qinghua, a la vez siente que no sabe nada, lo suyo parece tan trivial que no sabe cómo responder cuando Luo Binghe alega que a su Shizun le gustan muchas cosas como: los diversos platillos que le prepara, los abanicos, los baños con agua caliente, la ropa fina y el vino en el trasero... eso último es algo que no sabe cómo interpretar, pero le hace ver que quizás su relación está estancada.

Ha intentado darle regalos costosos considerando que a los humanos puede gustarle el lujo y las piedras preciosas, la joyería no parece ser del todo del agrado de Shang Qinghua y solo le hace pensar que no se esfuerza lo suficiente, le da las telas más finas del reino, pero Shang Qinghua aún así las tiene en su guardarropa sin mucho uso, es difícil complacer a Shang Qinghua.

Al menos puede comprar ración de por vida de semillas de melón, pero en algún punto Shang Qinghua parece haberse aburrido de ellas también, así como de los fideos ramen que le prepara ya todos los días.

En su desespero quiere complacer a Shang Qinghua, que le pregunta si hay algo que quiera y Shang Qinghua le mira extrañado.

- ¿A-algo que este sirviente quiera? Mi rey no debería preocuparse por lo que este Shang Qinghua quiera... - la mirada intensa de Mobei-Jun le hace reconsiderar seguir negándose al mandato de su rey y Shang Qinghua puede que si quiera algo, algo tímido decide expresarse pidiendo algo de espacio en el patio del palacio de hielo - Si me permite me gustaría cultivar algunas plantas, he estado investigando nuevas técnicas de floricultura, podríamos tener nuevas plantas que ayuden al palacio, sus propiedades podrían ser beneficiosas contra toda clase de venenos y maldiciones.

Mobei-Jun no necesita explicación, desde el momento que Shang Qinghua expresó lo que quería ya había obtenido su permiso, Mobei-Jun se lo concede y Shang Qinghua sonríe con autentica alegría provocando que algo se sienta bien en su interior.

Pasan un par de meses desde que ha dejado que Shang Qinghua haga de las suyas en el patio del palacio, los sirvientes últimamente le informan que su asistente está muy entregado a su labor en el lugar, decide ir a verle, el patio inhóspito y cubierto de hielo y nieve se había llenado de plantas de tundra bastante coloridas, en el centro había una extraña estructura que no lograba identificar del todo, los paneles de cristal dejaban ver que dentro había alguien, una suave voz se escuchaba desde su interior Mobei-Jun no dudó en entrar al lugar encontrándose con un ambiente un poco más cálido y húmedo, Shang Qinghua no se había percatado de su presencia se encontraba regando las plantas con un extraño objeto mientras cantaba una canción que no podía identificar, su voz se escuchaba en un tono diferente al usual, un poco más agudo pero extrañamente conmovedor para Mobei-Jun, no podía entender en que idioma estaba esa canción pero no podía dejar de pensar que quería seguir escuchándole.

Como si Shang Qinghua hubiera sentido su presencia, se giró y casi suelta la pequeña regadera del asombro que le ocasionó verle.

- ¡M-mi rey! - Shang Qinghua parecía avergonzado - Mi rey me hubiera avisado de su presencia, que vergüenza que me escuchara - no encontraba donde esconder su rostro.

Como conquistar a un autor idiota y no morir en el procesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora