Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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El tiempo comenzó a avanzar muy lento durante el miércoles cuando Olivia esperaba ansiosa que el reloj marcara la medianoche. La mañana se sintió eterna, las agujas no avanzaban hasta el mediodía y durante el almuerzo, no había una cosa que pudiera distraerla de mirar el reloj. Estaba emocionada por algo tan simple como un collar y todo por los misterios que su abuela ponía en torno a este.
No sabía que esperaba sucediera cuando se lo pusiera a la medianoche. Sí, era cierto que su abuela solía creer demasiado en magia, maldiciones y en Dios, aunque tenía entendido ella nunca había presenciado algo inexplicable en persona, no obstante, imaginaba que el collar podía ser mágico, un secreto que su abuela había guardado toda su vida y que cuando se lo pusiera a la medianoche le daría un hada mágica o la dejaría ver su futuro.
Tenía esperanzas de que algo sucediera, la parte más ilusa de sí misma le decía que quizás su abuela regresaría. Aunque intentaba no aferrarse demasiado a esa idea o sabía terminara destrozándola.
Durmió toda la tarde para que el tiempo pasara más rápido, aunque se sintió como una eternidad de sueño. El lado positivo, era saber qué hacía reír a su familia incluso en unos días tan deprimentes y su mamá se emocionaba con ella.
Cuando se acercó la medianoche se reunieron en el salón para presenciar el momento, quería creer que no era la única que esperaba algo mágico cuando el reloj marcara las doce, el único que permanecía escéptico era su hermano. Pero Jacob rara vez creía en algo que no fuera justificado por la ciencia, así que no le dio importancia.
—De acuerdo —. Jacob miró su reloj de muñeca y se sentó en el sofá—. Ya puedes ponerte el collar.
Brincó en el lugar sobrebordada por la emoción y abrió la caja forrada en cuero para tomar el collar de perlas de su interior y abrocharlo en su cuello. Se ajustaba perfectamente, como si estuviera hecho para ella y la gema rojiza reposaba inadvertida contra su garganta. La miró y levantó un espejo de mano para poder apreciar toda la imagen de su rostro con aquella joya. Estaba segura de que debía ser una gema costosa juzgando el brillo que tenía. Quizás un rubí o algún diamante similar.
Miró hacia su familia y apretó los labios.
—¿Tal vez tenga un efecto retardado?
—Tal vez —apoyó Elisa con una sonrisa.
Era tan buena con ella, que se negaba a compartir su opinión respecto al collar siendo tan solo un collar.
—O tal vez debamos esperar a las doce —intervino Marie—. A mi reloj aun le faltan tres minutos...Que curioso.
—¿Cómo? —. Olivia se acercó a su madre, horrorizada—. Oh no, pero la abuela ha dicho que debo ponérmelo a las doce en punto... ¿Qué tal si ahora he arruinado todo por esto?
