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Desde que había llegado a ese siglo los libros la habían sacado de apuros más de una vez, así que dejó que Jonathan fuera a hablar con sus hijas y ella se fue a la biblioteca, segura de que Jonathan tendría que haberle puesto libros educativos en ese lugar.

Tenían dos bibliotecas, lo cual imaginaba Adrian aun no había descubierto o no se habría entretenido con dulces sino leyendo. Una de las bibliotecas estaba claramente dirigida a las mujeres, pues la literatura allí almacenada iba desde novelas románticas hasta libros sobre cocina, maternidad, historia, geografía, lengua y por supuesto; manuales para una buena dama. La otra biblioteca era para hombres con novelas, pero también libros de historia, negocios, economía, guerra y otras cosas que no eran del interés de las mujeres.

Rodó los ojos con la idea, pero se rio; esas dos bibliotecas no permanecían igual en el siglo veinte.

Se agarró un libro de unas trecientas páginas que detallaba todo sobre la etiqueta de una dama y otro sobre como organizar al personal y se sentó en el sofá a leer.

Hacía algunos años que se había implementado una nueva moda entre las mujeres, así que Olivia tenía un polisón debajo de su vestido que enfocaba el volumen en sus caderas y la retaguardia, dejando el frente bastante despejado al caminar y sin el volumen de la antigua crinolette de falda completa.

El nuevo polisón (en particular ese que usaba ese día) tenía una almohadilla formando el volumen, por lo que esta se apretaba contra su espalda al sentarse y reconocería que estando embarazada era muy cómodo para su espalda.

Leyó algunas páginas sobre conducta, vestimenta, visitas, pero se saltó hacia la parte de empleados que era lo que le interesaba esa tarde, el libro lo ponía así.

Debía tratar a sus empleados con amabilidad, pero no familiaridad (y en eso concordaba), debía darles libertades, pero no tantas o sería un caos y considerando que estarían en su casa conviviendo con sus niños, Olivia sabía perfectamente que habría reglas. No estaba muy a favor de tener que elegir a sus empleados basado en apariencia (mas sí en carácter), pero entendía que sí quería una buena imagen para su casa entonces su personal tenía que verse bien. Tampoco le gustaba la idea de no darle horarios y acomodaciones para sus propias actividades, por lo que empezó a hacer sus propias modificaciones y buscó papel y lápiz en su dormitorio para sentarse en su tocador (boudoir) y empezar a organizarse.

Siempre encontraba que su mente funcionaba mejor cuando llevaba un registro de sus planes, lo que hacía y lo que haría y como lo haría. Tal vez era algo obsesiva respecto a todas las notas que tomaba, pero con dieciséis niños y otro en camino lo consideraba necesario.

Debía tener un minucioso control de absolutamente todo y ahora con esa nueva casa sus ganas de controlarlo todo aumentaban.

Nunca había tenido una relación muy estrecha con la clase alta, pero los conocía y leía las noticias; eran pretenciosos, algunos muy educados y agradables, pero todos igual de chismosos y los rumores no solo volaban entre ellos, sino que rápidamente juzgaban. No quería que su familia fuera tachada de cualquier evento o reunión por su culpa y definitivamente no quería que sus hijos e hijas sufrieran las consecuencias de dicho rechazo.

Dejó de escribir por un momento y miró por la ventana, pensativa.

La gran casa de su abuela; nunca lo habría imaginado, que todos esos años había estado recorriendo el mismo campo donde había jugado con su abuela de niña y donde había vivido tantas aventuras. Y ahora esa casa, que representaba tanto en su vida, era el hogar de su familia y no sabía como sentirse o que esperar.

Esa enorme casa; ella la convertiría en un hogar en el que luego su abuela viviría...Pero ella no estaría, pensó e imaginó que tarde o temprano otra mujer ocuparía su lugar y se sintió enferma.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now