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20 de octubre 1860.
Morgan, Minnesota.

Los Seward les habían salvado la vida aceptándolos en aquel largo viaje

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Los Seward les habían salvado la vida aceptándolos en aquel largo viaje.

Cuando ellos no tenían nada, ni alimento, ni agua, ni transporten, los Seward habían sacado de lo suyo para compartirlo y gracias a ellos, el veinte de octubre, Jonathan y Olivia, llegaron a la propiedad de los Morgan, ubicada a dos días caminando desde Mineápolis.

No sabían a donde irían los Seward después de llegado a la ciudad, ellos habían continuado su camino hacia los campos y no los habían vuelto a ver desde el 18 de octubre, pero sí sabían que los llevarían por siempre en su memoria. Jonathan se sentía en deuda con aquel hombre que los había aceptado en el viaje a pesar de no conocerlos y Olivia había agarrado un gran cariño hacia Lisha y sus hijos durante esos dos meses.

Aun así, estaban más cansados que nunca.

Incluso aunque hubiera tenido comida durante dos meses, está había escaseado pasado las primeras semanas y luego habían tenido que racionar. No siempre podían comer todos, muchas veces solo alcanzaba para los niños y entre el estrés, el miedo y el cansancio, todo en lo que los cinco podían pensar era en llegar a la casa de los Morgan y dormir.

Se detuvieron frente al enorme portón de hierro que delimitaba el terreno de Wright Morgan del resto y Olivia se giró para descubrir que Jonathan se había congelado con la respiración acelerada y expresión de espanto. Enfrentarse a su familia después de cinco años, lo horrorizaba más de lo que había imaginado.

Se acercó a él y tomó su mano en la suya para reconfortarlo.

—Eres un gran hombre, Jonathan y no le debes nada a tu padre.

Él se rio y bajó la mirada hacia ella.

—Ojalá él lo viera de la misma forma.

El camino hasta la casa era de una caminata de unos veinte minutos (cuarenta al paso al que avanzaron), traía a los dos caballos de las riendas y los niños caminando con ellos de la mano. Estaban en necesidad urgente de un baño, nuevas ropas y alimento, también de descansar en un lugar donde no hubiera una infección de insectos o riesgo de serpientes, pero nada les garantizaba que encontrarían eso allí.

Jonathan era al que más le afectaba su aspecto en esos momentos, sabía que su padre no lo aprobaría cuando lo viera. Tenía el cabello largo por los hombros y sucio, la barba ya cubría por completo sus mejillas y tenía una longitud de tres dedos. Su ropa estaba haraposa y lo único que era medianamente presentable era su sombrero, el cual no había dejado de usar nunca, ni una sola vez.

Olivia había dejado de pensar en su aspecto hacía ya mucho tiempo, cuando se había encontrado a sí misma más preocupada por comer y trabajar que como se veía u olía. Era curioso para ella, que estaba acostumbrada a la vida en el siglo veinte, donde su aspecto era casi todo lo que le importaba a diario, pero hasta esa fecha, veinte de octubre, no se había detenido a avergonzase por lo mal que se veía.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now