Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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—¿Está muerto?
Jonathan apartó sus ojos del cadáver para ponerlos en su compañero y buscar alguna señal de sarcasmo en su rostro. Terminó suspirando con incredulidad cuando lo encontró tan serio como en un funeral y contuvo el fuerte impulso de darle un golpe en la cabeza.
—¿Pues que crees, tonto? No lo sé, juzgando el agujero en su pecho yo diría que lo está.
—No te burles de mí, Jonathan, no todos pudimos estudiar como tú.
—Oh, créeme Billy cuando te digo que hasta un niño en pañales podría deducir el estado de este hombre con solo mirarlo —. Colgó el rifle en su hombro y se agachó para tomar los brazos del cadáver y alzarlo—. Agárralo de los pies y ayúdame a moverlo ¿quieres?
Depositaron el cuerpo a unos metros por la colina, dejando que la gravedad hiciera su trabajo y lo llevara a rodar hasta que estuvo lo suficientemente lejos de donde montarían el campamento como para que el olor no los molestara ni los animales salvajes los encontraran.
Tenían el rio Trinity fluyendo a tan solo unos metros de donde acamparían y la ciudad a un día a caballo, era una buena ubicación para huir de la policía después de aquel catastrófico robo al banco de Lubbock.
—¿Y que haremos ahora, Jona? La policía nos busca, no podemos volver a Lubbock...Y el dinero.
—Ya veremos que hacer, Billy, no desesperes ¿de acuerdo? —. Le dio una palmada en la espalda para reconfortarlo y se adelantó hacia el campo para sujetar los brazos del otro cuerpo—. Terminemos de limpiar este lugar y esperemos por Thomas y los demás.
—Seguro Thomas ya ha planeado algo.
—Seguro que sí, Billy, seguro que sí.
No tenían muchas opciones adelante y eso incluso un idiota como Billy podía verlo. Lubbock había sido un completo desastre y ahora la policía los buscaba a lo largo y ancho del estado, tarde o temprano tendrían que dejar Texas y cabalgar hacia el norte. Pero para hacerlo debían cruzar el territorio de los indios o demorar al menos un mes atravesando Arkansas. Momentos como esos hacían que Jonathan echara de menos la vida en la granja familiar.
Terminaron de lanzar los cuerpos de aquellos forasteros a los que habían matado para despejar el lugar y se sentaron junto al fuego a esperar por los demás. Jonathan se comió un paquete de galletas con chispas de chocolate en lo que Billy fumaba un cigarro y cuando vieron los caballos y carrosas llegar desde la colina, se pusieron de pie y fueron a recibirlos.
—¿Qué tal el viaje, Thomas?
—Ah, ya sabes...Lento y aburrido como siempre. ¿Hubo algún problema?
—Nada que Billy y yo no pudiéramos manejar —. Echó un vistazo hacia el grupo que desmontaba y se alejó siguiendo a Thomas hacia las dos carpas de los forasteros que habían matado—. Escucha, Thomas, no quiero poner presiones en ti, pero ¿ya has pensado que haremos? Claramente no podemos quedarnos aquí...
