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3 de octubre 1865

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3 de octubre 1865.
St. Paul, Minnesota.

El sol brillaba entre nubes esponjosas y blancas que se alzaban sobre un cielo azulado y en cuanto Olivia puso sus pies en el camino sintió las hojas caídas de los árboles rompiéndose bajo sus pisadas. Se sentía el otoño en todos los rincones y le gustaba, era un clima que genuinamente le encantaba más allá de las noches frescas.

Habían viajado hasta la ciudad en tren y desde ahí habían optado por caminar, pero rápidamente Jonathan había cambiado de parecer al verla agitarse demasiado por el peso de su panza, así que habían pedido un viaje al carro de la ciudad cerca de la estación de tren. Era lo más parecido a un taxi que Olivia encontraba en esas fechas.

Llegaron al orfanato de St. Paul a los minutos dado que no se ubicaba muy lejos de la ciudad. Estaba en el campo, rodeado por tierras cultivadas y bosque y era una casa gigante con un aspecto un tanto siniestro, paredes de piedra y una alta torre con una campana en la cima que debía pertenecer a la iglesia incluida en las instalaciones. No era sorpresa que el orfanato inculcara el cristianismo a los niños cuando incluso en las escuelas lo hacían, Olivia y Jonathan debían ser de los únicos padres viviendo en América del siglo diecinueve que realmente no se molestaban si sus hijos no rezaban antes de cada comida o al irse a la cama y que incluso detestaban ir a misa los domingos (aunque Olivia estaba empezando a agarrarle el gusto).

—Recuerda, Olivia, solo una niña ¿sí?

No estuvo segura de sí respondió, pero le dio la vaga sensación de que había asentido antes de apresurarse hacia el enorme portón que bloqueaba los perímetros del orfanato.

Jonathan lo abrió por ella y tomó su mano para seguirla. Ella prácticamente lo arrastró. 

Estaba algo fresco, así que sobre su vestido Olivia tenía un tapado azul oscuro y también traía unos guantes y calentadores cubriendo sus antebrazos por sobre las mangas. Jonathan iba formal como ella a excepción de su sombrero del cual jamás se desprendía.

Cuando estaban llegando a las puertas del orfanato una de las madres del orfanato los vio desde una de las ventanas y corrió por los amplios corredores para alertar a la madre mayor.

Desde la guerra, no era secreto alguno para Olivia, que los números de niños sin hogar se habían disparado, no estaba segura cuantos había por estado, pero había escuchado que en Nueva York había unos treinta mil niños en las calles todos menores de catorce años, la pobreza, la enfermedad y el hecho de que la mayoría de las familias no tenían medios para acoger a otros niños, hacía muy difícil que esos niños salieran de las calles o siquiera sobrevivieran. Y ahora sería difícil para Olivia entrar a ese lugar repletos de niños necesitando de una madre y verse obligada a salir con tan solo uno cuando su corazón le gritaba desesperado que se llevara a tantos cuantos fuera posible. Incluso si debía apretar un poco los gastos y acomodar a varios en una habitación, sabía que estarían mejor bajo sus cuidados y su amor que los de nadie más y en los últimos años Olivia había descubierto su pasión por la maternidad y la felicidad que recibía de tener niños cerca, acompañándola día y noche. Desaparecían la tristeza de la vida.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now