Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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Un baño completo y el primero que podía darse después de tanto tiempo. Volcó el agua caliente en la tina de metal que se encontraba en el centro de la habitación y no pudo evitar la enorme sonrisa en su rostro cuando se quitó la camisa blanca que siempre llevaba debajo de su vestido.
Se metió en el agua caliente y su cuerpo se relajó al instante. Necesitaba rascarse con un cepillo de dientes de metal para poder sentirse limpia otra vez. Pasó unos largos minutos en el agua, enjabonándose y lavando su cabello y cuando le llegó el momento de salir, secó su cuerpo, se puso todas las ropas y por último el delantal y salió de la habitación de baño cepillándose el cabello.
—¿Cómo ha estado ese baño, querida?
—Oh, Madison, no te imaginas lo mucho que lo necesitaba.
Ella se rio y le sirvió un plato con algo de comer en la mesa.
—Señor Morgan, usted puede bañarse ahora si quiere.
Jonathan entró en la casa y se quitó el sombrero.
—Agradezco la oferta, señora, pero insisto en que usted vaya primero.
Madison le sonrió y después de agradecerle, se encerró en la habitación de baño. Olivia no podía terminar de agradecerle a James por insistir en que ella debía bañarse primero o se le habría revuelto el estómago de tener que usar el agua de baño de otra persona.
—Siéntese en la mesa para comer, señor Morgan, lo mereces después de lo duro que ha estado trabajando.
Jonathan le agradeció a Riley y ocupó un lugar junto a Olivia donde acababan de servirle un plato. Charlie y James los acompañaron y también los dos niños de Madison. Jonathan no comenzó a comer ni asomó sus manos sobre la mesa en todo el tiempo que pasó hasta que Riley se sentó con ellos. Le enternecía verlo tan nervioso e inseguro en ese ambiente.
—¿Ya ha terminado con los caballos, señor Morgan?
—Confío en que terminaré esta tarde, señor Taylor y podré irme en la mañana.
James asintió y lanzó una mirada a las mujeres Hill.
—Supongo que las llevará con usted, ¿ya sabe dónde las dejará?
—Probablemente mi grupo las reciba, ya lo hemos hecho antes.
A James no le gustaba mucho pensar en ese "grupo" del que Jonathan hablaba, pues sabía o al menos imaginaba, que debía ser la pandilla de Thomas Holme y de ese hombre no se decían cosas buenas en la ciudad.
—Madison y yo estaremos viajando a visitar a mis padres antes del fin de semana.
Olivia alzó la vista hacia Charlie y el horror cubrió sus facciones.
