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28 de febrero 1866

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28 de febrero 1866.
White Oak Lands, Minnesota.

Los Bristow tenían seis hijos; Jarrett el mayor y sus cinco hermanas, Marcy, Lavena, Laurel, Meryl y Angelica. Vivían los ocho en una pequeña casa de dos dormitorios con la esposa de Jarrett y sus tres hijos y el esposo de Marcy y dos de sus niños, por ese motivo estaba algo apretados y no gozaban de mucha privacidad. Ya todos estaban acostumbrados, aunque a la más joven de los Bristow (Angelica), le molestaba.

Ella tenía sueños de gloria, riqueza y elegancia, ansiaba una casa donde gozar de su propio espacio y sabía que para conseguirlo debía casarse con un millonario. Un hombre que pudiera ofrecerle esa vida que tanto deseaba. Tenía dieciséis años y sabía que era muy atractiva entre muchas jóvenes de su edad, así que le resultaba difícil imaginar que un hombre pudiera resistírsele.

Se instalaron en el correr de la semana y su madre sentó las bases de una buena relación con los Morgan. La vio desde la puerta de su casa, como ella y su padre se presentaban ante los Morgan, los saludaban y agradecían su amabilidad y luego procedían a charlar con ellos y disculparse por tener sus manos vacías.

No tuvo opción salvo ir a saludar con sus hermanas.

—No se preocupe señora Bristow, espero que se sienta muy cómoda aquí en White Oak Lands.

—Estoy segura de que sí, señora y si necesita una lavandera le ofrezco mis servicios.

—Oh, cielo —. Olivia sujetó el brazo de Jonathan con cierta emoción—. ¿Cuánto cobra?

—Dos dólares cada diez atuendos. 

—Creo que estaré dándole veinte —. Se rieron y Olivia la invitó a entrar en la casa—. Tengo muchos niños y con los bebés a veces no me da el tiempo de lavar, mucho menos con este clima... ¿Quiere una taza de café?

—Muchas gracias, señora.

Olivia le sirvió de la jarra que ya había preparado hacía unos minutos para el desayuno y se sentó en la mesa con ella.

La señora Bristow o Lorrin como había preferido que le llamaran, era una mujer robusta y ciertamente trabajadora. Vestía mucho más simple que Olivia, con un vestido algo sucio y el borde embarrado y húmedo, su falda no terminaba en el suelo, sino que le facilitaba la movilidad al acabar unos centímetros por sobre sus tobillos. Debía tener alguna enagua debajo para dar volumen a su vestido, pero este era apenas percibirle. Por otro lado, sí traía un corsé debajo de su ropa, pero este no hacía un gran trabajo resaltando su figura, simplemente Lorrin no tenía tiempo para preocuparse por su aspecto; trabajaba mucho y no exactamente de una forma agradable y su trabajo era agotador, aunque le había concedido unos músculos firmes y grandes en sus brazos.

—Nunca he sido muy buena lavando ropa —confesó, omitiendo la explicación del porque—. Una vez destrocé la camisa de mí marido intentando lavarla en la tabla.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora