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14 de octubre 1864

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14 de octubre 1864.
Atlanta, Georgia.

Mirar a su hija dormir le daba paz.

Era una sensación nueva para ambos y reconfortante. La miraban sabiendo que esa pequeña criatura de enormes ojos grises era creación suya y que su amor y la unión que compartían había dado como resultado una de las manifestaciones más hermosas de la naturaleza. Jonathan estaba enamorado de su hija y apenas podía dejar de mirarla mientras dormía junto a Olivia y estaba aun más enamorado de Olivia, mucho más que nunca.

No le gustaba el ambiente en el que ellas estaban y esa misma tarde su plan era enviarlas a casa donde estarían a salvo en la granja. Compartían sentimientos agradables y amargos con la idea; Olivia no quería marcharse después de tres años de cuidar de Jonathan y ayudar y temía que algo pudiera sucederle a él durante esos meses hasta que llegara abril y que ella no estuviera presente para protegerle, la idea de tener que permanecer en la granja esperando por las cartas que demoraban una eternidad en alcanzarla y mirando aterrada cada día hacia la distancia por miedo de que le entregaran un ataúd, le provocaba una fuerte presión en el pecho, pero al mismo tiempo sabía que no iba a quedarse en ese lugar exponiendo a su hija a la suciedad, muerte y enfermedad. Quería rodearla de un ambiente tranquilo y seguro y la granja podía proporcionarles eso.

Sería extraño volver después de la carta que les había dejado y de haber asumido que jamás volvería a verlos, ahora tenía que enfrentar las consecuencias de aquella carta y probablemente los cientos de preguntas que todos tendrían para hacerle.

Pero volver a ver a sus niños y conocer a su nieto la emocionaba.

Jonathan no quería separarse de ella o de su hermosa hija, estaba enamorado de ambas y las quería a su lado, donde podría besarlas, abrazarlas y protegerlas, por ese motivo tener que dejarlas ir le estaba destrozando lentamente por dentro, aunque sabía que era lo correcto y que haría cualquier cosa con tal de volver a verlas.

Era de madrugada y aprovechaban sus últimas horas juntos antes de tener que marcharse. Jonathan había dormido al lado de Olivia dejándola a ella junto a Marie para protegerla y por miedo a apretarla por accidente si se giraba dormido en la cama, además tampoco la había tocado o cargado en sus brazos como tanto ansiaba; estaba demasiado sucio y era demasiado bruto para hacerlo, el miedo de hacerle daño le ganaba.

Besó el hombro de Olivia y le apretó suavemente el brazo, masajeándoselo sin apartar los ojos de su hija. Estaba dormida y bebiendo del seno de su madre.

Amamantar; otra asombrosa experiencia que Olivia agradecía estar viviendo en esos momentos, desde que la había amamantado dos días atrás en su nacimiento, su lazo madre e hija se había fortalecido. Saber que su cuerpo era capaz de producir el alimento que Marie necesitaba la alegraba y verla tan tranquila, aferrándose a su pecho mientras bebía y dormitaba, le retorcía el vientre de ternura.

—Es tan tranquila —susurró Jonathan en su oído y sonrió—. Tan hermosa...Insisto en que se parece a ti.

—Claro que no, es tu calco, Jona.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORWhere stories live. Discover now