Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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26 de abril 1861. Propiedad de Jonathan, Minnesota.
El llamado en cada estado había comenzado, pidiendo soldados a voluntad para formar distintos regimientos que marcharían hacia la guerra. Los hombres empezaron la mañana leyéndolo en el periódico. New York daría diecisiete regimientos, setecientos ochenta hombres cada uno, pero en Minnesota solo se pedía un regimiento de exactamente la misma cantidad. El total de todos los hombres llamados en veinticuatro estados, era de 73.320 hombres.
Y junto con el periódico que leían y los hombres que se mentalizaban para ir a la guerra, Jonathan recibió un llamado especial. Era una carta del coronel Moore, donde aparte de transmitir sus penas por el fallecimiento de Luke, solicitaba su presencia en el regimiento de Minnesota.
Ellos se marcharían hacia la ciudad en tres días para enlistarse.
Olivia se enfrentaba a la inminente soledad y tristeza, ya sin fuerzas para insistirle a Jonathan que se quedara. Sabía que él no podía aunque le implorará y había dado por perdida la causa. La guerra había comenzado y ella luchaba su propia batalla interna contra la depresión y la soledad. En esa época, las reglas para enfrentar el duelo de un hijo eran muy estrictas, pero por primera vez, Olivia se encontró encajando perfectamente sin necesidad de un libro para orientarla.
Paseaba por la casa, continuando algunas de sus tareas diarias, vestida completamente de negro y a veces con un velo cubriendo su rostro, para ocultar sus lágrimas. Si no estaba ocupándose con algo, se sentaba en una silla en el porche y lloraba en silencio. Todos se habían obligado a volver a la normalidad, pero esa normalidad no se sentía correcta.
Estaba en el porche de la casa, haciendo un pantalón para Adrian cuando escuchó un caballo galopando a toda velocidad por el camino y antes de poder ponerse de pie, Jonathan salió de la casa con su rifle, listo para proteger a su familia de quien sea que llegara.
Derby y los demás hombres también asomaron y entre ellos las mujeres.
Cuando el hombre se detuvo frente a la casa y bajó del caballo, Jian contuvo un jadeó.
—Señor Morgan...Buenas tardes, señor Morgan, disculpe mi llegada inadvertida, no pretendo ofenderle, pero mis asuntos son de gran urgencia —. Winfred Hancock se acercó al porche de la casa donde Jonathan lo miraba, ya con el rifle colgando de su hombro y se quitó el sombrero a modo de respeto—. He venido a pedirle permiso para aceptar el gran honor de casarme con su hija, señor Morgan...Amo a su hija y la he amado desde el momento en el que la vi por primera vez en aquella ciudad y nada me haría más feliz que darle mi nombre antes de partir a la guerra para luchar por mi país.
Jonathan hizo crujir sus dientes cuando pasó su mirada de Jian a Winfred y de regresó a Jian. Ella se había aferrado a su brazo suplicante y contenía sus ganas de chillar.
—¿Deseas casarte con mi hija? ¿Y qué tienes tú para ofrecerle exactamente?
—Todo, señor, le daré el mundo entero sí ella lo pide. Y en caso de que algo me suceda, todo lo que tengo lo dejaré a su nombre, le aseguro que nada le faltara y aseguraré su vida y su futuro.
