Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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Cinco años después (Lo sé, lo sé, cinco años, un montón de time. Dejen su me asombra en los comentarios jajaja). 12 de septiembre, 1871. White Oak Lands, Minnesota.
Correr por el bosque era más difícil con un vestido que se enredaba a las ramas y el cual podía pisar en cualquier momento, pero no por eso las detenía. Sus risas vibraban en el viento, junto con las hojas frotándose entre sí cuando pasaban corriendo. Tenían largas melenas doradas, volando en el aire libremente una con pronunciados rulos, otra con ondas y la más grande con su cabello lacio como una seda.
—Rápido o estaremos tarde.
Apresuraron un poco más sus pasos intentando no tropezar en la carrera y cuando lograron dejar el bosque atrás y el pueblo las enfrentó con su deslumbrante vida, respiraron aliviadas y continuaron el resto del recorrido caminando.
Las calles de tierra ahora rodeaban las casas, varias de estas, el bar estaba cerca de la casa del loco Derby, como las chicas disfrutaban llamarlo por sus bromas de cada fin de semana y justo al lado del bar tenían la estación del sheriff: Kyle Thorpe era el sheriff hacía ya algunos años. Tenían una iglesia y dos nuevas tiendas; una de muebles con el hijo del viejo Parrish atendiéndola (también se había mudado a White Oak Lands) y otra tienda de ropa, donde algunas señoras francesas vendían sus vestidos hechos en casa.
La moda había cambiado en los últimos años, tanto para hombres como para mujeres, aunque principalmente para mujeres. La mayoría, muy felizmente, habían dejado atrás la crinolette con su enorme falda, por una crinolette que solo aportaba volumen hacia la espalda, dejando el frente y los lados de la falda bastante planos, lo cual facilitaba la movilidad y había reducido (considerablemente) el número de mujeres prendiéndose fuego por culpa del vestido tocando la estufa.
Los hombres seguían con sus trajes, aunque estos habían dejado de ser tan complejos para ser solo...trajes. Simples y normales como decía Olivia, finalmente agradecida del nuevo estilo de su marido.
Amelia ayudó a sus hermanas a acomodarse el cabello y ellas la ayudaron a ella. Volvieron a recogerlo en unos moños en la nuca para que su padre no las rezongara y quitaron la tierra de sus mejillas y las ramas en sus vestidos. Se lavaron las manos en un tarro con agua junto a la casa de Jian y consiguieron disimular que charlaban justo cuando Jonathan salía de la casa.
—¿Dónde han estado?
—Recogiendo flores —mintió Laurisse.
Jonathan se acercó a ellas arrugando las cejas.
—¿Y las flores?
Se miraron sus manos vacías y forzaron una risa.
—Se nos cayeron.
—¿Así que se ausentaron durante tres horas para recoger flores, pero regresaron sin ellas? —. Puesto de esa forma era una mentira bastante difícil de creer—. No es la primera vez que se desaparecen y quiero saber por qué.
