Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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5 de octubre 1865. White Oak Lands, Minnesota.
La vida no era sencilla en el siglo diecinueve, no lo era para nadie, pero los niños eran los que se llevaban la peor parte y Olivia lo sabía. Sentía que podía hacer una diferencia en la vida de los niños, sabía que no podía ayudarlos a todos pues era un número imposible, pero con una vida que impactara ya estaría haciendo un cambio y en esos momentos Olivia impactaba en diez niños que eran su familia y otros doce que la visitaban todos los días para merendar, jugar y aprender con ella.
Ellos le daban un propósito a su vida que a veces podía parecer tan triste y desesperanzadora y a su futuro que era demasiado incierto y lleno de peligros.
—¿Te queda bien? ¿No te ajusta? —. Tiró un poco de la tela en los brazos de Amelia y miró hacia el espejo que tenían en frente—. Es tan emocionante tener hijas...Solíamos ser solo Jian y yo, pero no pude pasar mucho tiempo con ella y cuando volví ya era una mujer y luego eramos solo Marie y yo, pero Marie es aún muy pequeña para emocionarse por estas cosas y ustedes...Ay, seguro las estoy abrumando.
—No señora Morgan, me encanta tener una mamá.
—A las tres —aseguró Laurissa y la hicieron sonreír.
—Me veo como una princesa —. Emma apoyó sus manos en el espejo y se torció hacia un lado como si todavía no pudiera comprender que era ella quien le regresaba la mirada—. Y me veo linda. ¿Soy linda ¿verdad?
—Eres hermosa —corrigió Olivia—. Las tres lo son y quedaran mucho más hermosas cuando termine de peinarlas.
Les habían hecho unos vestidos para comenzar desarmando uno de los atuendos de Olivia y los habían hecho rápido para que las niñas no pasaran tanto tiempo sin ropa, así como los varones. Susan y Cate se habían comprometido a hacerles más ropa en esos próximos días dado que no tenían mucho para hacer y para darles tiempo, Olivia estaba comenzando a cuidar también del hijo de Cate: el pequeño Timmy Morgan.
Se sentó al borde de la cama y paró a Emma frente a ella para poder peinarla.
Tenía el cabello algo corto todavía y se le recogía por esos enormes rulos dorados que traía, por lo tanto, Olivia no pasó mucho tiempo peinándola. La revisó un poco para asegurarse de que estaban tratando muy efectivamente el asunto de las liendres y le hizo dos rodetes pequeños a cada lado, los sujeto con unos broches y dejó el resto de sus rulos sueltos.
Estaba peinando a Laurissa, que tenía una melena mucho más larga y abundante, cuando Jonathan entró en la habitación y alzó a Emma en sus brazos.
—¿Me veo como una princesa?
—Te ves como toda una princesa —concordó él y Emma sonrió y se abrazó a su cuello—. Chester nos ha dado dos de las camas que tiene en su casa, dijo que no las usa y Harvie y Terrell ya están uniéndolas para hacer unas cuchetas.
