Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
12 de mayo 1860. Frontera entre Luisiana y Misisipi. Río Misisipi.
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Llegar al río fue más difícil de lo que Olivia habría imaginado.
Era cierto que la sequía no llegaba hasta Misisipi y que la temperatura se normalizaba a medida que dejaban Texas, pero la comida escaseaba incluso en la naturaleza llena de vida. Cazar no era tan fácil como muchas veces lo habían hecho parecer en libros y películas, conseguir que un animal circulara por una zona donde un grupo de al menos doce personas acampaba, era imposible y Jonathan no podía pasar más de una mañana afuera intentando encontrar algún animal, de hacerlo, los retrasaría demasiado en su viaje hacia Louisville y Derby, Kyle y Darion querían demorar lo menos posible. Incluso Sammy pues no quería tener que dar a luz en el camino.
Comían conejo, pero Olivia conocía los riesgos de alimentarse únicamente de carne y en un ambiente cálido como ese. Podía provocar la enfermedad llamada hambre de conejo, no conocía el nombre científico ni como se trataba en la modernidad, pero sabía lo básico de esa enfermedad y era que provocaba unas fuertes ganas de comer sin descanso mientras el cuerpo se desnutre hasta acabar muriendo. Desgraciadamente no sabía cómo identificar los síntomas de aquella enfermedad y señalar si alguno de ellos podía estar padeciéndola.
—¿Entonces ¿son tus hijos?
Olivia miró hacia los niños de Madison y negó.
Estaba intentando coser un corte en la falda de su vestido para que no siguiera enganchándose a las ramas cuando anduvieran por los bosques y mientras lo hacía, charlaba con Lisie Walsh, quien se encontraba haciendo una manta para cuando Sammy diera a luz.
—Son de una amiga que falleció recientemente, tan solo los estoy cuidando.
—¿Cómo murió?
—Unos hombres llamados Mackenna la asesinaron a ella y a su esposo cuando volvían de un viaje.
Lisie detuvo su costura para mirarla y su rostro se sumió en tristeza.
—Esos son los mismos hombres que masacraron a mi familia —. Cuando sus ojos se encontraron, notó que intentaba contener las lágrimas—. Es horrible las cosas que uno debe atravesar si está dispuesto a seguir con vida. Mi pobre Tom estaba tan emocionado con su nuevo trabajo y mis niños, el más pequeño ni siquiera había cumplido tres años.
No supo que decir a aquellas dolorosas palabras y la imagen desagradable y aterradora que se pintaba en su mente al escucharla. Debía ser horrible que toda una familia fuera masacrada, Olivia apenas lo había soportado cuando le había sucedido a Madison y a Charlie, estaba segura de que no lo soportaría si hubiera sido su propia familia.
—Madison, la madre de los niños, estaba embarazada.
—Oh Dios, no —. Lisie la miró e incluso Sammy giró su cuerpo hacia ellas desde el tronco junto al fuego en el cual se sentaba—. ¿Cómo pudieron?
