Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
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20 de febrero 1861. Washington D.C.
Los nervios la consumían mientras se aprontaba para su reunión con Abraham Lincoln esa tarde. Debía ser la primera y única persona del siglo veinte o de cualquier siglo futuro, en obtener el privilegio de una reunión con Abraham Lincoln. Muchos tal vez soñaban con algo como eso; estrechar la mano del famosísimo presidente de los Estados Unidos y saber cómo se escuchaba el sonido de su voz, pero ninguno realmente podía convertir ese sueño en una realidad. Para Olivia, conocer a Lincoln nunca había sido un sueño y ni siquiera un pensamiento, pero sin embargo allí estaba; a solo horas de ir a verlo a su casa.
Se acomodó el sombrero en la cabeza para que no se cayera y ató las cintas en su mentón, con una moña un tanto exagerada.
Jonathan volvió a la habitación con su chaqueta algo húmeda por la llovizna del exterior y se quitó el sombrero al acercarse a ella.
Él estaba de traje y corbata, algo elegante y sencillo que solo le había visto usar un número limitado de veces. Le favorecía a su esbelta figura y espalda ancha y el pelo engominado permitía resaltar algunos de sus rasgos más atractivos; como la mandíbula y su nariz afilada.
—¿Estás lista?
—Ya casi —. Puso un poco de bálsamo en sus labios y abandonó el banco para tomar su tapado—. ¿El carro ya está afuera?
—Sí, tenemos un viaje de una hora y llegaremos a tiempo si salimos ahora, así que rápido.
Corrió detrás de él, terminando de acomodarse el tapado sobre su falda y agarró su manguito de mano peludo para calentarlas en el viaje. Tuvo que levantar un poco el frente de su falda para poder ver donde pisaba al descender los escalones corriendo detrás de Jonathan, se había puesto el mejor vestido que podía tener y que encajaba con una ocasión formal como ningún otro. Después de todo, conocer al presidente era un evento importante e inigualable. Estaba justo por debajo de la oportunidad de conocer a la reina de Inglaterra, evento que a Olivia sin duda la haría desmayarse.
Subió al carro y en cuanto se sentó con un gran alivio, continuó arreglándose el sombrero para que no se torciera.
—¿Cómo me veo?
—Hermosa como siempre —. Se sentó frente a ella y tomó su mano para besarla—. Me haces querer arrancar los ojos de cualquier hombre que te miré.
—No seas dramático, por favor.
Él sonrió y se apoyó contra el respaldo, intercalando su atención entre la ventana y ella de tanto en tanto. Quería admirar el paisaje mientras recorrían la ciudad y se adentraba en los campos para viajar hacia Springfield, pero también quería maravillarse con ella, mientras se aprontaba y usaba un pequeño espejo que traía en el bolsillo de su vestido para arreglarse el maquillaje.
—¿Cómo deberíamos comportarnos?
—Realmente no tengo ni idea —. Esa respuesta no la alentó—. Nunca imagine conocería al futuro presidente de los Estados Unidos, mucho menos visitarlo en su casa.
