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20 de octubre 1871

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20 de octubre 1871.
Propiedad de los Garnier, Minnesota.

El mozo de los Garnier le abrió la puerta del carro y Adrian descendió, se quitó la boina que su madre le había regalado a comienzo del año por su cumpleaños número catorce y la entregó al mozo junto con su abrigo al entrar en el recibidor.

La casa de los Garnier estaba inspirada en un estilo francés, sin duda alguna porque los Garnier eran francés, al menos el padre de Rian lo era. Tenían varias habitaciones, suficiente para los tres hijos e invitados y el subsuelo donde estaban los empleados, a quienes los Garnier nunca veían salvo mozos y mayordomo que atendían la puerta y servían la comida.

El mayordomo le mantuvo la puerta abierta y cerró tras su ingreso.

—El señor Garnier lo espera en el salón de dibujo.

Agradeció y siguió al mayordomo por el vestíbulo hacia la puerta del salón que se encontraba justo al otro lado de la entrada. Volvió a agradecer cuando el mayordomo abrió por él e ingresó en el salón, un tanto abrumado por el hombre anunciando su llegada y llamándolo señor. Tenía catorce años, pensó, estaba algo lejos de ser un señor.

La puerta volvió a cerrarse dejándolos a solas y los nervios de Adrian florecieron cuando comprendió que no tenía escapatoria. Temía que haber aceptado fuera un serio error.

—Buenas tardes, espero el viaje no haya sido muy largo.

—No lo fue —logró decir y estrechó su mano—. Además, estaba leyendo así que apenas lo noté.

—¿Qué lees?

Metió la mano dentro de su chaqueta hacia el bolsillo interior y sacó el pequeño libro sin portada que leía, se lo entregó y Rian lo abrió en la primera página y leyó en lo que caminaba alrededor de la mesa para que tomaran asiento.

—Jane Austen, mi madre está fascinada con la novela.

—También yo...La he leído unas quince veces —. Se sentó en la mesa circular frente a él y cruzó las piernas—. He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos...

—Permítame decirle que la admiro y la amo apasionadamente —completó Rian y le regresó el libro.

—Creí que tu madre era la fascinada con la novela.

—Nunca dije que yo no lo estuviera también —. Le sonrió y Adrian intentó no sonrojarse y se guardó el libro en su chaqueta—. He pensado que podíamos comer algo y luego pasar al estudio para pintar, allí puedo enseñarte la obra de Giambattista Tiepolo.

Accedió a su plan y por un rato estuvieron charlando sin formalidades sobre libros, arte, música y el mundo avanzando ante sus ojos a velocidades aterradoras.

Si dejaba de lado que Rian lo ponía nervioso, incluso podía disfrutar de su compañía.

Después de comer algunos aperitivos y acompañarlo con una taza de café, se fueron hacia el estudio donde Rian no solo guardaba todos sus equipos de pintura, sino que también tenía cientos de obras apoyándose contra las paredes o colgando de estas. Las que colgaban no eran suyas, sino obras que él o sus hermanos disfrutaban ver.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora