Un baile y nada más [FINALIZADA]

SETENTA Y CINCO

Lucas la dejó durmiendo en su habitación y se dio una ducha de agua caliente para mitigar su enfado.

Esa mujer acabaría por volverlo loco. Eso si no lo había hecho ya.

Acababa de ponerlo en evidencia delante de todo el pueblo. Pero claro, a ella le importaba un comino lo que los demás pensaran. ¡A ella le importaba un comino todo!

Bien, pues a él sí que le importaba.

Y era cuestión de horas que se enterara su padre, quien pondría el grito en el cielo y le recordaría una vez más lo inadecuada que era Daphne.

¿Inadecuada para quién?

«Te lo merecías», le había gritado a la salida del club. Lucas estaba seguro de que Daphne había escuchado su conversación con Nick, en la que le decía a su mejor amigo que ella no era más que un problema con patas.

¿Cómo podía ser tan idiota? No era verdad, por supuesto que no lo era.

Y ahora ya no quería saber nada de él.

Pero Lucas tampoco quería saber nada de ella, porque le había mentido descaradamente.

Daphne era Pandora. Había sido ella todo el tiempo. Joder, ¿cómo había podido juzgarla tan mal? Él creía que ella, pese al caos que la envolvía, era una chica legal. Sincera. Sin miedo a mostrarse como era de verdad. Y, mira por donde, había estado riéndose de él a escondidas. Con razón salía corriendo cada vez que lo veía.

En el fondo, Lucas siempre había tenido la sensación de que eran la misma persona. Aunque, en un primer momento creyó que esa sensación se debía al deseo de que Pandora fuera Daphne. Pero si hubiera analizado la situación, si hubiera hecho caso a su instinto, no le hubiera costado mucho averiguarlo. ¿No era muy extraño que llegaran dos bailarinas al mismo tiempo a Torreluna?

No obstante, y por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Lucas había preferido hacer caso omiso a sus pensamientos.

Pero, ¿cuándo pensaba decírselo Daphne? ¿O es que pensaba irse de Torreluna y llevarse a Pandora con ella para siempre? De pronto Lucas recordó algo. Ella le había dicho que no podía subir a un escenario a bailar porque el miedo la invadía.

¡Y le había vuelto a mentir!