SETENTA

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Lucas llegó a su casa y se encontró con algo jamás visto en la familia De la Vega. Cuando Kala lo había llamado para pedirle que fuera rápidamente a casa, le había explicado brevemente que su madre se había revelado contra todos y se había atrevido, por fin, a decir aquello que llevaba tanto tiempo guardado dentro de ella. Pero no le había dado más detalles, así que Lucas no tenía ni idea con lo que se iba a encontrar.

Hasta que lo vio.

Su madre había hecho las maletas con la amenaza de irse de casa mientras se limpiaba con un pañuelo las lágrimas que caían de sus ojos. Su padre, al parecer, estaba encerrado en su despacho sin querer saber nada de nadie. Lia y Kala abrazaban a su abuela, quien tenía la mirada perdida, y Venus y Alanna estaban cruzadas de brazos en el sofá.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó con la esperanza de que alguien le contara lo sucedido.

—Me voy Lucas, no aguanto más —aventuró su madre, llorando otra vez.

—¿Me podéis explicar que ha pasado?

—Mamá le ha dicho a papá que quiere comprar la academia —intervino Lia, dejando a Lucas sin palabras—, y reconvertirla en una academia de verdad.

—¿Qué?

—¿No te parece una tontería, Lucas? —dijo su padre de pronto, saliendo del estudio.

Lucas negó con la cabeza ocultando los ojos en las palmas de sus manos. Sabía quien era la culpable de la disparatada idea de su madre, pero no lo dijo, aunque no hizo falta, Claudia la delató.

—No, no es una tontería y Daphne tiene razón. Soy una cobarde...

—¡Daphne! —exclamó su padre muy enfadado—. ¿Es que esa chiquilla no puede meterse en sus asuntos y dejar los nuestros en paz? Está tan desquiciada como su tía. —Lucas, que también estaba deseando matar a Daphne, sintió un deseó irreprimible de defenderla.

—Papá —musitó con la suficiente fuerza que su padre entendiera la indirecta.

—Ella me dijo que era una cobarde porque no me atrevía a deciros lo que de verdad quería, y sabía perfectamente de lo que hablaba.

—Claudia, por Dios, esa niña lo único que no quiere es quedarse sin trabajo.

—Oh Sergio, por favor, si la hubieras visto bailar te darías cuenta de que esa muchacha no necesita estar dando clases en una academia de pueblo. Podría estar en las mejores escuelas del mundo.

Lucas no pudo estar más de acuerdo con su madre. Aunque claro, esta no sabía porque Daphne había tenido que conformarse con trabajar en Baila Conmigo. Una emoción similar a la que sintió al verla encogida en el suelo presa del miedo y del dolor lo embargó.

—Eso debería hacer —espetó su padre—. Largarse y dejar este pueblo tranquilo. Todo iba muy bien sin ella.

—O creíamos que estaba bien —intervino Alanna, para la sorpresa de todo—. A veces, la gente que viene de fuera es capaz de ver cosas que los que llevamos toda la vida aquí, no.

Las palabras de Alanna le parecieron de lo más acertadas. De hecho, Lucas tuvo que aceptar que Bambi había tenido razón en todo lo que le había dicho. Que esa academia era más importante para su madre de lo que ella misma se atrevía a reconocer. Y, ahora, él se sentía un tonto insensible por pensar solamente en los beneficios económicos que aportaría a su empresa, ya de por sí con un nivel alto de facturación, en lugar de en su madre y lo que ella, de verdad, deseaba.

Daphne... había sido la única con las narices suficientes para hacerle frente a todos. Sobre todo, a él. Y, maldita fuera, si Lucas no se sentía orgulloso de ella por eso.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora