CUARENTA

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El timbre comenzó a sonar frenéticamente perforando el tímpano de Lucas y colándose en sus entrañas. Al principio, pensó fingir que no estaba en casa. En algún momento se cansarían de llamar y se largarían. Pero en cuanto escuchó la voz de Venus gritar a todo pulmón y aporrear la puerta con los puños decidió levantarse. Su hermana era capaz de romper una ventana para colarse dentro y despertarlo.

Después de su patética escenita con la bailarina se había quedado bebiendo hasta las tantas en el Tony's y ahora tenía una resaca de campeonato. Maldita Pandora. O no, maldita Daphne. Sí, ella era la culpable de todo.

Abrió la puerta todavía adormilado y el buen humor que vestía Venus esa mañana hizo que el suyo empeorara.

—Buenos días hermanito —lo saludó eufórica—. Traigo bizcocho casero.

Levantó las manos hasta la altura de su cabeza, mostrando una tartera. La dejó pasar y se encaminaron hacia la cocina.

—¿Qué haces aquí?

—Vaya —silbó—, veo que la simpatía no te acompaña esta mañana. —Lucas no se molestó ni en responderle—. He venido a verte —se explicó, sacando un cuchillo del cajón de sus cubiertos, como si fuera tan dueña de la casa como él—. Como ayer no viniste a cenar, quería saber cómo estabas.

Venus miró de reojo a la planta superior.

—También me ha dicho papá que hoy no has ido a trabajar.

—No suelo ir a trabajar los sábados a no ser que sea estrictamente necesario.

Lucas introdujo una cápsula de café en la cafetera y sacó dos tazas de porcelana del armario. Venus se hizo con un plato y comenzó a cortar el bizcocho a su gusto.

—Y eso es lo mismo que siempre —terció, mientras tanto.

Estiró el cuello para fisgonear el salón. La vio abrir y cerrar la boca un par de veces como si no se atreviera a decir lo que realmente quería preguntar. Y eso, viniendo de Venus De la Vega, era raro.

—Pensaba que a tu edad los hombres ya no se ponían borrachos.

—Y yo que a la tuya las hermanas dejaban de ser tan impertinentes.

—Dicen que el ibuprofeno con detergente va de maravilla para eliminar las resacas —respondió mordaz ella.

Lucas la miró fatal.

—Acabar conmigo solo logrará que papá te escoja a ti como mi sustituta.

El horror que vio en el rostro de su hermana lo hizo sonreír.

—No mientras existan los aviones —chasqueó la lengua. Y Lucas dejó caer la palma de su mano sobre su cabeza, para despeinarla, antes de darle un largo y vigorizante trago al café recién hecho.

Le gustaba solo y bien cargado.

Venus era, de los cuatro, la que mejor relación tenía con su padre. Y, aún así, salía por patas cada vez que éste se empeñaba en imponerle su voluntad. Pero, como Lucas no estaba de ánimos para pensar en su padre, decidió volver al tema anterior.

—¿Sabes lo que va de lujo para combatir las resacas? Que nadie, absolutamente nadie, venga a perturbar mis sueños.

—Pero yo no soy nadie, querido hermanito —Venus cogió la taza de porcelana en la que descansaba el café, el suyo tan solo y amargo como el de él, y salió de la cocina.

A estas alturas Lucas ya sabía que ella no estaba allí por él, sino para averiguar algo. Se asomó al cuarto de baño y elevó la cabeza para ojear la parte de arriba.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora