CINCUENTA Y SIETE

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Lucas la vio encaminarse hacia dentro con paso decidido y creyó que los ojos se le saldrían de las órbitas.

—Daphne —siseó—. ¿Qué haces? ¡Estás loca! Vuelve aquí —pero ella lo ignoró y siguió andando.

Cuando le había dicho que entrara no pensaba en ningún momento que fuera capaz de hacerlo. Pero claro, Bambi era Bambi y estaba loca de remate. Y seguramente había descubierto que él estaba jugando con ella y quería darle una lección de valentía. Sí, tenía que ser eso.

No tardaría mucho en regresar.

Daphne era fuerte y decidida, una de esas chicas que no bailaba al son de nadie, que seguía cada uno de los dictados de su corazón. Desde que había llegado a Torreluna no había hecho otra cosa que luchar por lo que creía justo, aunque fuera una causa perdida. Enfrentándose a todo y a todos. Incluido él.

Sobre todo con él.

Lucas estaba comenzando a ver las cosas de otra forma con respecto a la academia y, quizás, a su vida y, eso, se lo debía al tornado que había llegado a su vida para ponérsela toda patas arriba. ¿Qué iba a hacer con ella y con esa boca tan descarada que solo quería callar a besos?

De momento, ir a buscarla. Habían pasado diez minutos ya y todavía no había regresado. Activó la linterna del móvil y se adentró en la oscuridad de un mini laberinto con forma de caracol. Caminó con mucho cuidado y sin hacer ruido, rezando en silencio para no cruzarse con ninguna serpiente, rata o cualquier otro animal similar y poder sacar a Daphne de allí cuánto antes.

Ya había atravesado la mitad del camino y ni rastro de ella. ¿Dónde narices se había metido? Ese laberinto no tenía otra salida que no fuera la entrada, así que Daphne solo podía hacer dos cosas: esperar en el centro a que él llegara o regresar por donde había venido y fuera la que fuere, Lucas acabaría encontrándola.

No obstante, comenzó a llamarla en voz baja mientras seguía la ruta que le dibujaban los setos.

—Daphne, ¿dónde estás?

Nada.

—Venga Bambi, no tengo ganas de jugar al escondite.

Sin respuesta.

—¿No te parece que ya es suficiente? —masculló, abrochándose el cuello del plumífero. Hacia frío, joder—. Está bien, has ganado tú. Me has doblegado y he acabado entrando....

Y cuando pensaba que iba a seguir escuchando el vacío de la noche, una figura delgada salió de entre las ramas.

—¡Buuu! —lo asustó como hacían los niños y, maldita sea, se sobresalto.

Acto seguido, le dio un vuelco al corazón cuando la escuchó reírse.

—Mierda, Bambi —bufó—, yo no le encuentro la gracia por ningún lado.

—Eso es porque eres un aburrido —se pavoneó a su alrededor—. Yo creo que es...

—Insensato e infantil —gruñó Lucas, interrumpiéndola.

Daphne se acercó a su oído y susurró:

—¿Y no te parece divertido?

Un escalofrío le recorrió la columna, y ésta vez no era por el frío.

—¿Y ya te has divertido bastante? Lo digo porque estaría bien salir de aquí —comentó Lucas, ignorando el olor a jazmín que estaba empezando a impregnar sus sentidos.

A desestabilizarlo.

—Eres tan predecible Lucas —respondió ella en cambio, y girando sobre sus talones, continuó caminando hacia dentro—. Sabía que no tardarías en venir a buscarme —y con un gesto de la mano le indicó que la siguiera.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum