CINCUENTA Y OCHO

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Minutos después, Daphne estaba vestida y sentada en el asiento del copiloto observando la fachada vieja y sucia de Baila Conmigo. Lucas, que no había dicho ni una palabra desde que habían acabado, miraba obnubilado la nada, como si estuviera muy concentrado en algún pensamiento.

¿Estaría analizando lo que acababa de ocurrir entre ellos?

No era la primera vez que lo hacían, pero esta noche había sido diferente. Daphne había jugado con él hasta llevarlo al límite de su resistencia y la intensidad con la que ambos se habían entregado los había dejado exhaustos, con el cuerpo temblando y la mente aturdida.

Estaba segura de que Lucas había sentido lo mismo que ella, aunque no se atreviera a reconocerlo y, mucho menos, a ponerle nombre. Se planteó hacer una broma para distender la tensión incómoda que se había formado dentro del coche, pero no lo hizo.

Solamente dijo:

—Ya es tarde y mañana trabajo.

Él la miró ceñudo y, sin abrir la boca, arrancó el coche.

El corazón de Daphne latía con fuerza en su interior, totalmente confundido. La idea de que Lucas estuviera comenzando a sentir algo por ella se hacía cada vez más posible en su mente, a pesar de que él le hubiera dicho un centenar de veces que no era su tipo y que no esperara ningún tipo de sentimientos por su parte.

Pero al final, el corazón no entendía de razones y, por mucho que se empeñaran en pensar que eran incompatibles y que una relación entre ellos era imposible, la realidad parecía ser otra. Cada fibra de sus ser le gritaba que Lucas estaba abriéndose a ella, dándole su confianza y su cariño, pese a que todavía no se hubiera dado cuenta. Y la posibilidad de formar parte de su vida estaba cada día más presente en sus pensamientos.

Y es que, ¿acaso los polos opuestos no se atraían? Lucas era puro como el agua y Daphne densa como el aceite, completamente distintos y, sin embargo, ambos eran inevitables. Quizá sus mentes no se permitían pensar que tenían más en común de lo que creían y solamente sus cuerpos parecían haberse dado cuenta de ello.

Si no, qué otra explicación podría dársele a esa extraña conexión que comenzaba a crecer entre ellos y que, definitivamente, no tenía nada que ver con el sexo. O, al menos, así lo creía ella.

—¿Te llevo a casa? —preguntó en un tono monótono y apagado.

Daphne sintió ganas de cogerlo del cuello y zarandearlo hasta hacerle reaccionar.

—No —le respondió con la misma actitud—. Tengo la bicicleta en la puerta de la academia.

Él asintió levemente con la cabeza.

—¿Has cambiado la tartana de tu tía por una bicicleta? —su pregunta hizo que recordara el rasguño que todavía estaba dibujado en el trasero de su Audi. Se sonrojó.

—Es que conducir no es lo mío.

—No me digas, no me había dado cuenta —vaciló, con una apenas perceptible sonrisa.

Daphne puso los ojos en blanco y añadió:

—Además, prefiero evitarme los problemas de tráfico.

—¿Daphne evitando problemas? —enarcó las cejas—. No, no me lo creo.

—Deberías —levantó el mentón—, no me gustan los problemas.

—Bambi, toda tu eres un problema —y después de no sé cuántos minutos mirando al vacío, posó sus ojos negros en ella.

—Pues parece que a ti te encanta meterte en problemas.

Su respuesta lo hizo reír fuerte.

—Sí, definitivamente si —puso primera y salió disparado del descampado—. Sino, pregúntaselo a mi pobre coche... que pagó las consecuencias de cruzarse contigo.

—Serás idiota —gruñó—. No te preocupes, estoy reuniendo el dinero y pronto te lo pagaré.

—Está bien —frenó el coche enfrente de la academia y desbloqueó las puertas para que Daphne pudiera salir—. Espero que sea pronto.

—Seguro.

Abrió la puerta y el viento le golpeó la cara.

—Te llamo pronto —le dijo él.

—No, no me llames —respondió ella, antes de bajarse del coche—. Ya me he aburrido de esto.

Lucas soltó una carcajada y se encogió de hombros.

—Está bien, como quieras.

Daphne sonrió y dio un portazo para molestarlo. Lucas arrugó la nariz y negó con la cabeza. Ella rodeó el morro del Audi y golpeó la ventanilla para que este la bajara.

—A ver si vas a tener que pagarme una puerta nueva también.

—Gracias —e ignorando su comentario mordaz le dio un beso suave en los labios—. Me lo he pasado genial, aunque seas el peor bailarín del mundo.

Y dejándolo atónito, dio media vuelta y se encaminó hacia la bicicleta.

***

Lucas sentía un desasosiego impropio de él.

La noche había ido mejor de lo que imaginaba y se lo había pasado muy bien. Entonces, ¿por qué estaba tan intranquilo?

Desde que habían acabado de follar, Lucas estaba jodidamente raro, con una sensación extraña y totalmente desconocida en su interior. Era absurdo, ya que no era la primera vez que Lucas lo hacía con Daphne. Aunque esta noche... ella le había dado una clase magistral de baile sexual y él había sentido algo indescifrable. Incluso creyó que el suelo se abría en dos y caían al vacío.

¿Ridículo no?

Bufó molesto consigo mismo y apagó sus pensamientos. No tenía fuerzas, ni ganas, de pensar en nada relacionado con Bambi. Ni con sus ojos caramelo. 

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now