CUATRO

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—Nick tío, no voy a poder viajar este fin de semana a Londres, tengo una reunión importantísima con un par de clientes.

Lucas aprovechó el camino hacia casa de sus padres, quienes vivían bastante cerca de su pequeño adosado, para llamar a su mejor amigo e informarle de las malas noticias.

—No me jodas cabronazo —bufó Nick desde el otro lado de la línea—. ¿En serio?

—Sí —aseguró Lucas, un poco jodido. Nada le gustaría más que poder asistir a la inauguración del spot publicitario de su mejor amigo—. El viejo Cruz ha fallecido y sus hijos quieren vender la academia de baile porque no aporta ningún beneficio —le explicó—. Además, se ve que ya tienen un posible comprador y vienen ambos a verla este fin de semana.

—¡Joder Luc! —exclamó su mejor amigo—. ¿Y no se puede encargar tu padre? O yo que sé. ¿Organizártelo de otra manera? ¡Es importante para mí!

Y para él también.

Nick y Lucas eran mejores amigos desde que ambos llevaban pañales y correteaban juntos detrás de una pelota. Nunca en sus veintisiete años se habían distanciado, ni siquiera ahora que cada uno vivía en lugares diferentes.

Lucas había echado raíces en Torreluna, se había licenciado en Arquitectura y había seguido los pasos de su padre tal y como habían planeado desde que era un crío. Nick, por su parte, se había dedicado a viajar por todo el mundo con una cámara de fotos después de graduarse en Publicidad.

Lo cierto es que no podían ser más diferentes. Mientras Lucas era un hombre serio y responsable, Nick vivía al día, sin preocuparse por nada y tomándose la vida a cachondeo. Y, sin embargo, ambos se querían como hermanos y no podían estar mucho tiempo sin saber el uno del otro.

—A ver si puedo montármelo de alguna forma —le dijo, porque no quería dejarlo tirado. No, cuando era el proyecto más importante que su amigo había hecho hasta la fecha—. De todas formas, no te prometo nada porque lo veo complicado.

—Confío en ti, Luquitas —se le cambió el ánimo—. Organízatelo como quieras, pero coge la Dyn y vente para aquí.

Lucas, que tampoco quería hacer promesas que no sabía si sería capaz de cumplir, cambió de tema.

—¿Y tú qué, desertor? ¿Cuándo te vas a dejar caer por el pueblo? El resto ha decidido eliminarte de su lista de contactos y yo estoy pensando en hacer lo mismo pronto.

Su amigo se rió y Lucas hizo lo mismo.

—Pues pensaba ir en un par de semanas para descansar y esconderme un poco de los medios. Pero mi representante me está agobiando con hacer mil cosas y aparecer en mil sitios, así que no se que haré.

—¿Esconderte de los medios? Vale, Brad Pitt —se burló Lucas.

Y, es que, aunque su amigo comenzaba ahora a despuntar como modelo, ya llevaba un par de años siendo conocido en las Redes Sociales. Era uno de esos tíos guapos a rabiar.

Nick continuó hablando de su representante pero Lucas dejó de escucharle en el mismo instante en que lo vio. Allí estaba, sonriendo, el Volkswagen Beetle que le había atacado por detrás esa misma mañana. ¡Aparcado en casa de la vecina! ¿Cómo no había caído antes? Lucas llevaba todo el día con la sensación de que conocía aquel coche. ¡Claro que sí! El destartalado escarabajo era de la mujer que vivía justo enfrente del chalet de sus padres.

—Nick hermano —interrumpió su diatriba—, tengo que dejarte. Me ha surgido un inconveniente que tengo que solucionar de inmediato. Luego te cuento.

—Está bien —asintió su amigo—. ¡Espero que, al menos, sea con una mujer bonita! Que trabajar demasiado, Luquitas.

Bonita no lo sabía, pero loca estaba un rato, pensó mientras se guardaba el iPhone en el bolsillo trasero del pantalón.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora