SESENTA Y CUATRO

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—Prométeme que si tienes algún problema, me llamarás —le ordenó a Joana, que estaba repantigado en una de las sillas de la terraza con un café en una mano y un libro en la otra.

—Queeee si, pesada. Ya me lo has dicho catorce veces.

—Pues las que hagan falta —se peinó las cejas—. Esto para mi es muy importante.

—Y lo dejas en buenas manos —le aseguró su amiga.

Daphne no había podido dormir en toda la noche, y no era la primera.

Para esa tarde había convocado el primer ensayo general del festival en la academia y tendría que dejarlo todo en manos de Joana, porque Lucas no tardaría en pasar a por ella para llevarla a saber donde. No es que no se fiara de su amiga, era una excelente profesional y lo haría todo perfecto, tal y como ella le había indicado. Pero, aún así, Daphne era la que debía de estar allí marcando las pautas y corrigiendo los errores, no Joana.

La única razón por la que había aceptado pasar el fin de semana con Lucas era que no podía seguir esperando más tiempo para contarle la verdad.

Y sí, para que engañarse, ese era el principal motivo de su ansiedad.

Estaba nerviosa porque no sabía como reaccionaría Lucas. Seguramente mal. ¿Pero la escucharía? ¿Le daría la oportunidad de poder explicarse? ¿O simplemente la traería de vuelta a casa sin querer saber nada de ella?

—¿Adónde dices que te vas? —Marisa salió al jardín con una túnica larga en tonos marrones y un turbante fucsia en la cabeza.

Una copa de Martini la acompañaba.

—Tía, ¿no te parece que es muy temprano para beber?

—Nena, el Martini sienta bien a cualquier hora —y brindando hacia ellas, se lo bebió de un trago.

Joana soltó una carcajada.

—Amo a tu tía —murmuró para que solo Daphne la escuchara.

—Sí, ya veo —esta puso los ojos en blanco, con una sonrisa tierna en el rostro—. No tiene remedio.

—Bueno, contéstame querida. ¿Adónde dices que te vas?

—Con una amiga —mintió, aunque no tuviera necesidad.

De hecho, Daphne estaba convencida de que Marisa sabía perfectamente que entre Lucas y ella había algo. No tardó mucho en averiguarlo.

—Entiendo... —mordisqueó la aceituna y depositó el hueso dentro de la copa—. ¿Y esa amiga tuya, querida, es alto, moreno y con unos ojos intensos?

Una falsa tos salió del pecho de Daphne, que abría los ojos como platos. Su amiga, por su parte, escondía su risa detrás del libro.

—¿Por qué debería ser mi amiga así?

—No lo sé —se encogió de hombros sonriendo maliciosamente—. Quizá porque no me quieres contar la verdad.

—Tonterías —abanicó el aire con la mano restándole importancia al comentario de su tía.

—Tómate una copita cariño, te calmará los nervios.

—No estoy nerviosa.

—El movimiento de tus dedos dice lo contrario.

—Y te vas a destrozar los labios de tanto morderlos —acotó Joana a favor de Marisa.

—Tu no ayudas mucho tampoco —la regañó. Joana soltó una risita y volvió los ojos al libro.

Un mensaje encendió la pantalla del iPhone.

Sal.

—Ale, me voy —se levantó de un salto y cogió la mochila de pana azul celeste en la que había guardado un par de prendas para dormir y cambiarse—. No te olvides de avisarme si hay algún problema. —Volvió a repetirle a Joana. Miró a su tía y con una negación de cabeza, le arrebató la copa de las manos—. Y tu, ya está bien de Martinis.

Con un beso en la mejilla, se despidió de las dos.

Y antes de salir por la puerta, escucho a su tía gritar:

—Saluda a Lucas de mi parte.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now