TREINTA Y SIETE

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Entró en el Tony's llevado por los demonios y se sentó en una de las mesas más alejadas del local. No tenía ganas de hablar con nadie y, mucho menos, de ser simpático. Probablemente, lo único que acabaría consiguiendo sería estampar su puño en la cara de algún estúpido vecino.

Lucas agradeció con un seco movimiento de cabeza a Rossany cuando le dejó el tanque de cerveza en la mesa. Corría el riesgo de que Nick se enfadara con él por estar allí sin avisarle, pero no le importaba. De hecho, no le importaba absolutamente nada. Solo quería matarla. O, besarla, ya qué cojones sabía.

Estaba terriblemente furioso con Daphne. Desde que la conocía no había hecho otra cosa que hacerlo sentir un bruto sin sentimientos. Aunque, claramente, la culpa era suya y de nadie más, por dejarla entrar en su vida.

Él siempre se había enorgullecido de ser una persona razonable. Un poco distante y huraño, tal vez, pero un tío sensato y ecuánime, al fin y al cabo. ¿Qué era lo que necesitaba, entonces, ver en él esa maldita mujer? Todo lo hacía mal a los ojos de Bambi. Y, de alguna forma, eso le molestaba sobremanera.

Toda su vida intentando ser el hombre perfecto, ¿para qué? ¿Para que llegara ella y nada de eso le fuera suficiente? ¿Y a él qué mierdas le importaba no ser suficiente para ella? Lo era para sí mismo. Y para Becca. La misma mujer a la que había cancelado el plan a última hora porque no tenía ánimos de estar con alguien más.

«Sabía que eras frío, pero no esperaba que fueras cruel». Esas palabras resonaban, una y otra vez, en su cabeza, fundiéndole el poco autocontrol que le quedaba. Él no era una mala persona, solo hacía lo que correspondía. Tal y como le habían enseñado desde que era pequeño. Una punzada de arrepentimiento tocó su corazón al recordar, nítidamente, más de sus palabras: «¿Ni siquiera eres capar de darte cuenta de lo mucho que le duele que su familia quisiera deshacerse de lo único que tiene realmente suyo?».

Como si él no hubiera pensado en su madre. Como si no sufriera cada vez que la veía aceptar, resignada, las decisiones de su marido y su hijo. No era cierto que él pasaba por encima de los demás, sin tener en cuenta los sentimientos ajenos. ¿Pero qué podía hacer al respecto? Baila Conmigo iba a venderse sí o sí, ellos solo habían aprovechado la oportunidad. ¿Eso era de mala persona?

¿Y por qué narices estaba reflexionando sobre algo que le había dicho una mujer que no se tomaba en serio nada en la vida? Porque Daphne había sido la primera persona con los cojones suficientes para enfrentarlo y decirle todo lo que él no estaba preparado para escuchar. Le aterraba la forma en la que ella podía leer a través de él. A veces, cuando se miraban, Lucas tenía la sensación de que Daphne sabía lo que estaba pensando, o sintiendo. Como... si comprendiera todos sus temores.

Lucas levantó la cabeza para posar su mirada en la mujer que provocaba un silencio sepulcral en el ambiente y que en esos momentos acababa de subir al escenario. Con un pantalón de cuero súper ajustado y un body de cuello alto y tirantes, Pandora tenía el poder de hipnotizar a todo aquel que depositara sus ojos en ella.

De nuevo regresó la sensación de que había visto a esa mujer antes. Solo que, ésta vez, debajo de toda esa caracterización, Lucas esbozó la silueta de Daphne en su mente.

Su cuerpo se tensó.

No. Por el amor de Dios, ¿qué problema tenía con ella?

Era imposible que esa despampanante bailarina no podía ser ella. Y no por la forma de bailar, pues Lucas no era idiota y sabía que Daphne también bailaba de muerte. Sino, por la sensualidad que Pandora desprendía.

Sin embargo, su encaprichamiento por Bambi estaba llegando a límites insostenibles, porque cada vez que las piernas de Pandora se abrían y se cerraban en un paso de lo más sugerente, Lucas no dejaba de imaginársela a ella.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Kde žijí příběhy. Začni objevovat