VEINTISIETE

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—¿Ya te vas?

Lucas rompió el silencio de la noche, alzando el tono para que ella pudiera escucharlo. Sus pasos se detuvieron y la sombrerera loca se giró para enfrentarlo.

—Debo regresar al país de las maravillas —bromeó. Su tono de voz era pausado y un poco embriagado—. ¿Qué haces aquí?

—Venía a ver si estabas en problemas —decidió seguirle el juego.

—Tranquilo Batman, estoy perfectamente —le aseguró arrastrando las palabra—. No necesito tu ayuda.

—¿Estás segura? —enarcó una ceja.

—Segurísima. ¿No lo ves? —puso los brazos en jarras para mostrarle que realmente estaba bien.

—Yo lo que veo es que vas borracha.

No mucho, pero sí un poco perjudicada.

—¿Borracha? No sabes lo que dices —sus enormes se entrecerraron al mirarlo.

—¿Cuánto has bebido?

—Nada —gruñó—, yo no bebo. Te he dicho que no voy borracha.

—Pues para no irlo, actúas muy bien como una.

—Déjame en paz —bufó—. No necesito a un superhéroe en mi vida. Tu novia igual sí, ¿por qué no te vas con ella?

Y le dio la espalda, continuando con su camino. Él, que no quería dejarla sola, fue detrás.

—Déjame al menos llevarte a casa —la alcanzó en dos zancadas.

—No.

—Te vendrá bien un poco de conversación.

—Te he dicho que no —gritó mirándolo de frente.

Lucas sonrió.

Estaba horrible con ese maquillaje y la peluca, y aun así quería besarla.

—¿Por qué eres tan obstinada? Solo quiero acompañarte a casa.

—Y yo quiero que me beses y me aguanto —las palabras se escaparon de su boca antes de poder acallarlas.

Ladeó la cabeza y lo miró con esos enormes ojos caramelo que a Lucas le hacían perder la razón.

—¿Bambi? —tanteó el terreno para ver si se retractaba.

Pero no lo hizo.

—¿Qué? —musitó en cambio.

A la mierda.

—Yo también me muero por besarte.

Y sin aguantar más, la atrajo hacia sí y se apoderó de sus labios calientes. Introdujo la punta de la lengua entre ellos para abrirlos y así poder adentrarse del todo en ella. Sabía a cerveza y a chocolate, probablemente de alguno de los postres que habían servido durante el cóctel. Su lengua era áspera pero dulce a la vez y se complementaba perfectamente con la de él.

Lucas le quitó el sombrero y le arrancó la peluca, dejando suelta su corta melena color berenjena. Y la arrastró hasta la pared más cercana sin dejar de besarla. Metió una de sus manos por debajo de la falda mientras con la otra desabrochaba los botones de perla del viejo chaleco negro que llevaba puesto.

Daphne acariciaba su mejilla y le enredaba los dedos en su cabello. Deshaciéndose de la pajarita, le bajó el vestido hasta la cintura y le abrió los primeros botones de la camisa rosa. Dejó una hilera de besos por su cuello, deslizándole la lengua desde la garganta hasta el lóbulo de la oreja, donde le dio un suave mordisco. Su jadeo le hizo percatarse de lo que estaban haciendo.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora