SESENTA Y OCHO

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El trayecto en coche fue silencioso. Ambos sumidos en sus pensamientos, procesando lo que acababa de ocurrir. Girls like you de Maroon 5, sonaba a través de los altavoces, creando un ambiente tranquilo y sosegado.

Sus manos seguían unidas. Lucas no la había soltado todavía, como si tuviera miedo de que volviera a derrumbarse. Y ella supo que jamás podría sacarse del corazón a ese hombre serio y malhumorado, que se tomaba la vida demasiado en serio.

¿Cómo no iba a estar enamorada de él? Si la había sostenido mientras sufría un ataque de pánico. La había contenido mientras lloraba y abrazado con fuerza hasta que se había calmado. Si, a pesar de su propio miedo y preocupación, le había dado su tiempo para recuperarse. La había escuchado. Y, por encima de todo, la había cuidado.

Daphne apretó suavemente la mano de Lucas, que descansaba sobre la palanca de marchas, en señal de agradecimiento. O de algo más. Él desvió la vista de la carretera un segundo para mirarla y con una sonrisa dulces, le preguntó:

—¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza.

—¿Dónde estamos? —quiso saber, una vez Lucas aparcó frente a una casita de madera.

—Era de mis abuelos maternos —le explicó, apagando el motor y saliendo del coche. Ella lo siguió—. A veces, cuando quiero desaparecer un rato, vengo aquí. Está cerca del club y me permite ir a volar.

Su avioneta.

Ella sabía que a él le gustaban los aviones, pero no imaginaba que tanto. Hasta el nivel de tener uno propio para él. De pronto, se sintió un poco culpable por lo que había pasado.

—Oye, perdón por haber fastidiado el día —musitó, recordando que él estaba realmente emocionado con el plan—, y la sorpresa.

Lucas tiró de su agarre y con un movimiento de muñeca la giró para tenerla frente a él.

—No me pidas perdón por eso, Bambi —le sujeto la cara con una de sus manos mientras que, con la otra, le rodeaba la cintura y la atraía hacia él—. Además, ¿quién ha dicho que el día se haya acabado?

Ella sonrió, muy cerca de su boca. Podía sentir como sus músculos, tirantes, comenzaban a relajarse. Y una corriente eléctrica se arremolinaban en la boca de su estómago.

—¿Ah no? —enarcó las cejas, juguetona.

Él negó lentamente con la cabeza.

—Todavía nos queda toda la tarde —le susurró, trazando con el dedo el contorno de su labio inferior—, y toda la noche.

—Y mañana por la mañana —añadió ella.

Su sonrisa se hizo canalla.

—Y mañana por la mañana —repitió Lucas, con una chispa traviesa en las pupilas—. Exacto, Bambi.

Lucas acortó la escasa distancia que los separaba para capturar sus labios en un beso que comenzó lento, cadencioso, y se hizo más potente en cuanto sus lenguas se tocaron.

Besar a Lucas era como subir al cielo para, de pronto y si avisar, caer de golpe al suelo. Algo jodidamente vertiginoso, pero que lograba borrar cada uno de sus malos pensamientos. De sus miedos.

Cuando Daphne se pegó a él, juntando sus caderas, él se separó, pese a la erección pasable bajo la tela de sus pantalones.

—¿Qué pasa? —gimoteó ella, buscando de nuevo sus labios. Sus besos.

—Que estás helada —y era verdad. Podía sentir los dedos un poco entumecidos—. Y que por mucho que me apetezca follarte hasta que te olvides de todo, primero deberías darte una ducha o te vas a resfriar.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now