SESENTA

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Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas cuando llegó a casa.

Esa noche, Daphne le había dicho a Lucas que iba a cenar con Alanna y que, después, acudiría a su casa, pero acababa de mandarle un mensaje diciéndole que estaba cansada y que se quedaba en casa. Lo que menos quería en esos momentos era enfrentar sus duros ojos negros interrogándola.

«Tienes tres días» le había dicho Venus, dándole un ultimátum.

En realidad, se lo merecía por idiota, por infravalorar a las personas que vivían en Torreluna y creer que nunca la descubrirían. Se lo merecía por engañar a la única persona que le había devuelto la sonrisa y con la que se sentía en paz y tranquila desde que tuvo el accidente.

Tonta, tonta y tonta.

Subió a su habitación sigilosamente para no despertar a su tía y sin pararse a ponerse el pijama, se tumbó en la cama. Conectó los auriculares al móvil y puso play, dejando que Ed Sheeran entrara por sus oídos y la consolara.

Las horas iban pasando y no podía dormir.

Dos y media de la madrugada.

Debería hablar cuanto antes con Lucas. Sí, mañana mismo lo haría. Sin falta. ¿Para que alargarlo más? Era preferible que se lo dijera ella a que lo hiciera Venus, más que nada, porque Daphne podría explicarle las cosas bien, confesarle porque lo había hecho y asegurarle que su intención no había sido engañarlo.

Mañana lo buscaría y hablaría con él. Respiró hondo y cerró los ojos, subiendo el volumen a la música. Intentó imaginar la escena y su mente voló tan lejos como ella se lo permitió, fantaseando con él, con su perdón, con sus besos... con una posible declaración por su parte. ¿Sería posible?

La positividad la invadió y sopesó seriamente la probabilidad de confesarle su amor. ¿Y si Lucas, por cosas del destino, también sentía lo mismo? Era ridículo pensar algo así. Sobre todo, por la cantidad de veces que le había dicho que no esperara nada por su parte, que Daphne no era su tipo, que lo de ellos era solo diversión. Pasar el rato hasta que se marchara del pueblo.

Pero se sentía tan bien imaginarlo... tan bien soñarlo...

Si él la quería, aunque fuera un poco, todo sería más fácil, porque la entendería y quizá, con el tiempo, no mucho tiempo, solo unos cuantos días, la perdonaría. Acabaría entendiendo el porqué Daphne se había tenido que disfrazar de Pandora para poder trabajar...

Tal vez, se le ocurrió de pronto, su curiosidad por la bailarina del Tony's no era más que la intuición de que ambas eran la misma persona. ¿No había ido había ido a preguntarle si Pandora era otra persona? «Eres tú, ¿verdad?» le había dicho. «Tienes que ser tú». ¿Y si, inconscientemente, Lucas intuía que Pandora y Daphne eran la misma?

¿Podría perdonarla?

Sí, algo en su interior le decía que sí.

Abrió los ojos de golpe.

Para que se iba a engañar. Era obvio que no la iba a perdonar, ni la entendería, ni se pondría en sus zapatos. Lucas era un hombre que acostumbrara siempre a hacer lo correcto. Así lo habían educado y así había crecido. Y tenía muy dentro de él la honestidad.

¿Cómo iba a comprenderla?

No, no lo haría.

No comprendería que se hubiera hecho pasar por otra persona por mucho que le contara su miedo a subirse a un escenario, a que la culpa la invadiera y no la dejara respirar porque ni si quiera comprendería sus temores.

Y aunque eso pudiera perdonárselo, jamás le perdonaría que se lo hubiera escondido a él, que había ido más de una vez a buscarla al camerino a preguntarle quien era en realidad. ¡Y ella le había mentido en la cara!

Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas y el pecho comenzó a dolerle con fuerza.

A las 4:30 ya no pudo soportarlo más y se levantó.

No iba a solucionar nada a esas horas de la noche por muchas vueltas que le diera, así que enchufó el ordenador y buscó alguna serie que pudiera mantenerla entretenida. 

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now