CUARENTA Y NUEVE

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Un beso feroz, arrebatador que la encendió en menos de diez segundos.

La lengua de Lucas iba ganando uno cero contra la de Daphne en la lucha de entrar y saborear primero, mientras sus manos le apretaban con fuerza sus nalgas. Ella, por su parte, enterró los dedos en la mata negra de pelo sin dejar de devorar la tierna piel de sus labios.

—Lucas... —susurró.

No era una pregunta, tampoco una advertencia, ni si quiera una súplica. Nada. Solamente su nombre.

—Bambi...

—Es-esto no debería estar pasando.

—Si —jadeó—, puede ser, pero no voy a hacer nada para solucionarlo —lamió su garganta humedeciéndola.

—¿Nada? —volvió a besarlo.

—Nada. —Y con sus expertas manos la giró sobre sí misma sentándola de espaldas a él y dibujó con la yema del índice la forma de la cicatriz por fuera del tejido mojado. Buscó el broche que cerraba el bañador para quitárselo. Lucas la había tocado antes pero no la había visto y el miedo a que le desagradara tanto como al resto la atenazó—. ¿Cómo se quita esto?

—Por delante —le explicó ella. Tocó con sus finos dedos la tela enganchada en el aro de plata, dispuesta a deslizarla para abajo y mostrarle su mayor imperfección—. ¿Estás seguro?

No necesitó decir nada más porque ambos sabían a que se refería.

—Shhh —apartó su pelo hacia un lado y le dio un suave beso en el cuello—. Nunca he estado más seguro de nada en mi vida.

Y con esas palabras ella desató el bañador. Cerró los ojos e inspiró profundamente mientras él lo bajaba poco a poco, revelándola. Esperó escuchar un gemido, un suspiro o incluso, una maldición. Deseó con todas sus fuerzas que la cubriera con rapidez asqueado, disgustado de verla.

Pero no.

Lucas no hizo nada de eso. Al contrario. Primero, la recorrió con su dedo índice y después, se agachó para trazarla con sus labios.

¡Lucas estaba besándole la cicatriz!

Entonces lo supo. Supo que sí era posible. E irrevocable.

Se había enamorado de Lucas De la Vega.

Había vuelto a caer en la trampa del amor. Aunque esta vez era diferente, era real. Era profundo y aterrador. Porque Lucas era diferente a todos los hombres que alguna vez había conocido y ella jamás podría compararlo con otro.

—¿No-no te da asco? —se obligó a preguntarle, a pesar de que seguía dejando una hilera de besos por su espalda—. Es horrible.

Él la obligó a mirarlo

—Eres preciosa, Bambi.

Y tras esa afirmación, que ella sabía que no era cierta, comenzaron a besarse de nuevo.

Lucas acarició su espalda como si la cicatriz no existiese mientras la punta de su lengua trazaba una línea invisible desde su garganta hasta el lóbulo de su oreja propinándole un suave mordisco que la hizo gemir de placer. Daphne echó la cabeza hacia atrás y apretó con fuerza sus hombros, acercándolo más, pegándose por completo a él.

Sus manos ahuecaron sus pequeños pechos, masajeándolos y estimulándolos por completo. La besó de nuevo, embriagándola con su aroma. Sabía a vino y a sexo. Daphne podía percibir su miembro erecto oprimiéndole fuertemente la entrepierna y esa sensación la volvió loca de deseo.

Su boca bajo hasta su pecho cazando uno de sus redondos y rosados pezones y comenzó a chuparlo, haciéndola estremecer de pies a cabeza. Para cuando capturó el otro pezón y lo mordisqueó, ella ya había perdido todo su autodominio. Le hubiera gustado preguntarle por Becca, no obstante, su capacidad para pensar en otra cosa que no fuera dos cuerpos desnudos y un jacuzzi se había esfumado.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now