TREINTA Y UNO

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Tocó el timbre de casa de los De la Vega y cruzó los dedos para que le abriese Alanna. No debería estar allí, Daphne lo sabía, pero cuando su amiga la invitó a tomar un café no pudo negarse. Lo que menos le apetecía en esos momentos era cruzarse con Lucas. Sobre todo, después de la escenita del Tony's, por lo que esperaba que no estuviera allí comiendo con su familia.

También se había decidido a ir porque necesitaba salir de casa. Despejarse. Llevaba todo el fin de semana llorando, rumiando contra los pensamientos de culpa y agazapada bajo de las mantas lamentando estar viva. Así que, había decidido ponerse un chándal de algodón gris con la sudadera a juego y unas zapatillas blancas y había cruzado la calle para tomar ese café.

—¡Daphne! —La puerta se abrió y tras ella, una elegante Claudia Castillo sonrió—. No sabía que venías.

—Oh —entreabrió los labios—, me ha invitado Alanna, pero si es un mal momento, vengo después.

—No, anda entra —la invitó a pasar—, solo que estamos celebrando el cumpleaños de Lucas.

—¿El cumpleaños?

¿Por qué Alanna no le había informado de ese pequeño detalle?

—Veintisiete años, ¿te lo puedes creer? —comentó mientras la guiaba hasta la cocina—, aun recuerdo cuando nació, era tan pequeñín...

Daphne entró en una amplia y moderna cocina combinada con blanco, negro y gris. En ella imperaban las líneas rectas y las superficies lacadas, mezclando el mármol y el aluminio, otorgándole un papel importante al cristal. Tres de las cuatro paredes estaban ocupadas por los muebles y aparatos electrónicos propios de una cocina, y la cuarta era una puerta corredera que llevaba a un bonito y cubierto cenador. Esta era lo suficientemente grande como para albergar una isla a modo de encimera situada justo en medio.

La familia De la Vega, sentada alrededor de una mesa larga de madera ubicada en la terraza, charlaba y reía feliz. Scot, que se percató de su llegada antes incluso de que Claudia la anunciara, salió corriendo a recibirla y comenzó a ladrarle efusivo. A Daphne le encantaban los animales y ella siempre solía gustarles a ellos, por eso no acababa de entender por qué el labrador la detestaba.

—¡Daph, has venido! —Exclamó su amiga, levantándose de la silla y yendo a saludarla.

Daphne hizo una mueca que rezó para que pareciese una sonrisa.

Lucas giró la cabeza y, aunque su rostro se mantuvo impasible, pudo observar en el negro de sus ojos una pizca de sorpresa. Definitivamente, no se lo esperaba.

Su corazón, traicionero, comenzó a latir con fuerza. A pesar de que estaba furiosa con él, no podía negar lo guapo que estaba con una sobrecamisa de pana ancha y unos vaqueros oscuros.

Desde que se besaron en la fiesta, no habían vuelto a tener contacto. Tampoco se habían cruzado. O bueno, sí, pero no como Daphne y Lucas. Era como si hubieran firmado un acuerdo sin palabras.

Uno que dejaba claro que besarse no era una buena idea.

Y no lo era.

Aunque se muriera de ganas por hacerlo cada vez que lo tenía cerca.

—¿Tú que haces aquí? —una descarada e insolente Kala frunció el ceño.

Daphne quiso golpearse la cabeza con un mazo una docena de veces por haberse atrevido a ir hasta allí.

—Eh... Alanna me ha invitado —tragó saliva, sintiéndose muy observada—, pero no sabía que estabais de celebración. Así que creo que lo mejor es que me vaya...

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now