OCHENTA Y TRES

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Lucas se despertó de sopetón. Tuvo que parpadear varias veces hasta ubicarse y recordar qué día era y donde estaba.

Domingo y en su habitación, con un dolor de cabeza de narices y la boca seca. Mierda, odiaba las resacas. Se frotó los ojos, acabando de despertarse, y se paso las manos por el pelo, pegado sobre su frente de dormir. ¿Estaban llamando al timbre o lo había soñado?

Echó un vistazo a su móvil, que descansaba casi sin batería en la mesilla de noche, y vio que eran las cuatro de la tarde. ¡¿Las cuatro de la tarde?! También vio que tenía como quince llamadas perdidas y supo que ya no llegaba a la comida familiar, esa que había organizado su padre y que, anoche durante el festival, le advirtió que no podía faltar.

Se tragó un gemido quejumbroso y se dejó caer de nuevo sobre la almohada. Ya devolvería las llamadas más tarde. Ahora... solo quería dormir. Dormir y no pensar. No pensar en Bambi y sus inmensos ojos caramelo que se le clavaron en lo más hondo desde la primera vez que los vio. Ni en su sonrisa fresca y descarada. Ni siquiera en sus locuras, porque hasta éstas, que lo sacaban de quicio, se le habían metido bajo la piel.

El timbre insistió de nuevo, mucho más rápido esta vez. Por lo que no, no lo había soñado. Esperó varios segundos, en silencio, a ver si, la persona que estaba llamando como si le fuera la vida en ello, asumía que Lucas no estaba y se largaba.

Pensó que podía ser su padre para echarle la bronca. O Venus, otra vez, para darle la lata. O... Daphne, joder, podía ser Daphne.

Se levantó de un salto y se encaminó a trompicones hacia la puerta.

Un Nick con el ceño muy fruncido lo miraba desde el umbral. Lucas gruñó, regañando por no haber mirado por la mirilla antes de abrir. No tenía ganas de hablar con su amigo, ni con nadie, en realidad.

O, bueno sí, con una sola persona. Pero esa se iba para no volver.

—¿Se puede saber qué haces todavía durmiendo? —Nick se coló en el interior de su casa sin pedir permiso.

Lucas cerró la puerta y fue directo hacia el sofá, donde se dejó caer boca abajo, pasando olímpicamente de su amigo.

—Eh, te estoy hablando —chistó Nick, cruzando de brazos.

—Ya lo sé —masculló Lucas, con unas ganas tremendas de vomitar. ¿Cuánto bebió anoche?—. Y yo te estoy ignorando.

—¿Por qué no has venido a comer?

—Porque estaba durmiendo. Me acabo de despertar.

—Tu padre está que trina.

—Me importa una mierda —dijo, y le sorprendió descubrir que lo decía en serio.

—Tu madre ha vuelto a casa. —Lucas abrió los ojos enfocándolos en su mejor amigo—. Al parecer, se han reconciliado. Y tu padre le ha regalado la academia a tu madre.

Eso sí captó su atención, lo suficiente como para incorporarse.

—¿Cómo?

La expresión neutra de Nick se suavizó un poco al esbozar una pequeña sonrisa.

—Pues eso tío. Tu padre, que se ha puesto en plan romántico.

Y él se lo había perdido. ¡Genial!

—Estaría bien que fueras a tu casa, ¿no crees? Los he dejado celebrando...

—Sí —se frotó los ojos—, tienes razón. Me ducho y vamos.

Hizo ademán de levantarse, con un millón de estalactitas clavándosele en el cerebro, pero las siguientes palabras que formuló Nick lo volvieron a sentar.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now