VEINTICINCO

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Todo estaba listo en la plaza del Olmo Viejo.

Se había colocado una gran carpa de lona blanca para proteger a los invitados del frío. La decoración, elegante y sofisticada a petición de Patty y Selma, a quien Daphne había estado a punto de estrangular por pesadas, le daba un toque decadente al lugar.

La luz era tenue, casi lúgubre, y en la entrada una gran montaña de calabazas sonrientes se amontonaban dándoles la bienvenida a los vecinos, que ya comenzaban a llegar disfrazados. Del techo —y solo Dios sabía cómo no se habían partido la crisma al intentar colocarlo—, colgaban telarañas con arañas completamente falsas. Y un esqueleto, prestado por el colegio de primaria, saludaba desde la silla del DJ, cuya mesa de mezclas no era más que un portátil conectado a un altavoz y una lista de reproducción con las mejores canciones de Halloween de la historia.

Las mesas eran redondas y altas, ofreciendo un cóctel de lo más original con escobas de brujas, dedos de zombie, huevos de araña, sesos de mono y otros platillos igual de escalofriantes. De la bebida se encargaban los dos camareros que habían contratado para servir desde atrás de la barra.

Las mujeres de la Junta Organizadora fueron las primeras en llegar. Su tía parecía una calabaza andante con rabito incluido y las otras dos se habían puesto de acuerdo para asistir vestidas de bruja.

Daphne y Alanna se miraron y estallaron en carcajadas.

—No podían haber escogido un mejor disfraz —comentó su amiga.

—Sí es que, lo que yo te diga, son Patty y Selma —se mofó ella.

Alanna iba preciosa de Melisandre. Se había puesto la túnica roja rescatada del trastero de la academia con un pañuelo del mismo color, cubriendo su delgado cuerpo. El cabello lo llevaba suelto salvo por dos mechones delanteros que estaban enganchados en la zona de atrás y que formaban una corona de trenza. Un collar similar al de la mujer de Rojo descansaba en su largo y estrecho cuello, sin embargo, sus gafas de culo de vaso la convertían en una versión menos sensual que el personaje de Juego de Tronos.

Daphne, por su parte, había creado la versión más femenina y extravagante del sombrero loco. Llevaba el vestido marrón que había encontrado en el armario del salón de actos por encima de una camisa rosa de cuello de tortuga y sobre este, la chaqueta de estilo pingüino color escarlata. Debajo de la chaqueta y cubriendo la parte delantera del vestido, había añadido el chaleco negro con botones de perla. Imitando la caracterización del actor, se había puesto una media naranja en una pierna y una morada en la otra, la pajarita enorme de lunares en el cuello y la espantosa peluca naranja en la cabeza, de la cual había arrancado un poco de pelo para pegárselo con un pegamento especial en las cejas. El maquillaje era exacto al del original y había adornado el sombrero con plumas y una cinta de color rosa.

Sabía que Lucas iba a odiar su disfraz en cuanto lo viera. Pero ella era Daphne Arenas y era así.

—Todavía no puedo creer que hayas hecho este disfraz en una noche.

Alanna seguía flipando un poco.

—Y yo que no te hayas quitado las gafas —la regañó.

—Sabes que no me veo de lejos Daph...

—¿Y para que tienes lentillas?

—Me molestan —refunfuñó la pelirroja.

—Bueno, aun así estás preciosa... Esta noche vas a volver loco a más de un tío fijo —le aseguró.

Su amiga miró hacia la puerta como si estuviera buscando a alguien, Daphne también lo hizo, aunque seguramente no querrían ver aparecer a la misma persona.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now