TREINTA Y DOS

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—Venus —Kala fue la primera en lanzarse sobre su hermana.

Venus De la Vega.

La hermana que faltaba para completar el pack De la Vega Castillo. La segunda hija y, sin duda, con el mismo aura que los otros tres. Venus llevaba el pelo negro cortado a la altura del mentón y sus ojos verdes tenían el mismo tono oliváceo que los de Kala y Claudia. Al mirarla, supo que era, de los cuatro, la que más mezclada estaba. Aunque, igual que sus hermanos, poseía una belleza casi inaguantable.

¿Es qué ninguno podía tener algún defecto? Los dientes torcidos, la piel llena de acné o algo parecido. ¿Es qué tenían que parecer todos sacados de un catálogo de modelos? Menos mal que Alanna era la excepción que rompía la regla. Si hasta Nick, que no tenía sangre De la Vega, parecía más familia de ellos que la propia pelirroja.

—Enana —la abrazó con fuerza la recién llegada.

—¿Y esta sorpresa? —preguntó Lucas, levantándose a saludar a su hermana.

—No podía perderme los veintisiete de mi hermano favorito, ¿no crees?

—Teniendo en cuenta que soy el único, no me halaga mucho.

—No te olvides de que yo también entro en la categoría de hermano mayor —terció Nick, alzando en brazos a Venus.

Ella rió, feliz de ver a Nick.

—Nick, eso te lo hemos dicho siempre para que no te sientas mal —contraatacó Lucas, apartándose a un lado para que el resto de la familia pudiera saludarla, besarla, achucharla y esas cosas que se hacían cuando la hija pródiga llegaba a casa.

Venus se dejó hacer, sin dejar de sonreír y de parlotear sobre como había ido su viaje, el percance que había tenido con el autobús y las dos horas que había perdido por no revisar el horario en Internet, hasta que sus ojos se encontraron con ella y sus labios se tensaron.

—¿Tú?

El resto de su familia siguió la dirección de su mirada hasta dar con ella que, de pie detrás de Alanna, se sintió terriblemente turbada.

—Ella es Daphne —aclaró Alanna—, es la nueva vecina.

—¿Qué coño haces aquí? —preguntó con cara de pocos amigos.

—Venus esa boca —la riñó Sergio, a quien su hija mayor ignoró deliberadamente, ocupada como estaba en destripar a Daphne.

Que no comprendía nada.

—¿Os conocéis? —preguntó Lucas y mirándola ceñudo, añadió—: No sabía que conocías a mi hermana.

—Ni yo tampoco —masculló.

Porque era la verdad.

—¿No? —los ojos verdes de Venus se tornaron afilados—. ¿Y a Andrés Morales tampoco lo conoces?

De pronto, un chico rubio y muy guapo, con el que estuvo saliendo hacía ya muchos años, le vino a la mente. ¿Qué tenía que ver Andy en todo esto?

—¿Andres Morales? —preguntó Lucas, más ceñudo que antes—. ¿Quién es ese?

—Mi novio —manifestó Venus, cruzándose de brazos.

Y Daphne, entonces, recordó a Venus De la Vega. O, bueno, a la Venus de quince años que había ido a buscarla hasta su barrio, para advertirle que dejara en paz a su novio. Novio que, al parecer, estaba jugando a dos bandas.

—¿Tú novio? —Lucas estaba igual de perdido que ella unos segundos antes. Que el resto de su familia, que las miraban atónitos.

En serio, ¿Daphne podría tener algún día tranquilo y en paz?

—De cuando tenías quince años —aclaró Daphne, porque ¿qué ridiculez era esa?

—¡Me lo quitaste! —gruñó la morena.

—Claro que no —resopló Daphne, sintiéndose un poco absurda con esto. Habían pasado siete años de aquello, ella ni lo recordaba. Además, Andy ni siquiera fue su novio. Solo estuvieron saliendo unas cuantas veces—. Yo ni siquiera sabía que tenía novia.

Y era verdad.

—A ver —volvió a intervenir Lucas—, ¿me podéis decir que narices está pasando aquí?

No, porque era un completo sinsentido.

—Ese chico, Andrés, estaba saliendo con tu hermana y conmigo a la vez... —intentó explicar Daphne, pero Venus la interrumpió.

—Mentira. Tú sabías que tenía novia y te metiste por el medio.

Lucas parpadeó.

El resto de la familia seguía sin abrir la boca.

—Venus —intentó mantenerse todo lo serena que pudo—, tenía dieciséis años. No... me acuerdo ni de su cara.

—¡Pero era mi novio! —exclamó ella, todavía dolida—. Llevábamos dos años juntos. Y, de repente, me dejó por ti. ¡Lo mandó todo a la mierda por ti! —y la señaló como si ella no fuera más que una mierda pinchada en un palo.

—¿Y qué culpa tengo yo? En todo caso, los reclamos deberían ir para él, no para mí y menos, siete años después.

—Tú sabías que él estaba conmigo —repitió—. Él me lo dijo. Me lo contó todo. Fuiste tú la que no paraste hasta que se fijara en ti. ¡Le hiciste elegir entre tú y yo cuando os pillé en esa maldita cafetería!

Daphne se sintió como si le hubieran propinado una bofetada. Recordaba perfectamente el momento en el que una morenas de ojos verdes se plantó en medio de ellos dos y comenzó a montar un terrible escándalo, llamándola «zorra asquerosa» a gritos.

Cuando Daphne se enteró que era la novia de Andrés, enseguida cortó con él. Total, ellos no tenían nada serio. Solo eran dos adolescentes que estaban empezando a conocerse.

—Eso no es verdad —la confrontó. Porque le importaba un pimiento Andrés y lo que ocurrió hacía siete años, pero tampoco quería que la familia de Lucas tuviera esa imagen de ella—. Yo dejé de quedar con él cuando apareciste tú.

—Una mierda —apretó los dientes Venus, con una rabia que todavía no había superado—. Él me dijo que no dejabas de acosarlo.

—¿Cuándo te lo dijo? —explotó Daphne, con el hormigueo tornándose incontenible—. ¿Después de que yo le dijera que no quería saber nada de él y volviera a ti suplicándote perdón?

Sus palabras fueron crueles, pero le nacieron desde lo más profundo de su alma. Ya sentía demasiada culpa en su interior como para añadir una más. Una que, además, había ocurrido cuando tenía putos dieciséis años. Daphne nunca hubiera empezado una relación con Andrés si hubiera sabido que tenía novia. ¿Por qué tenía que pagarlo ella si la culpa era de él?

—Fuera de mi casa —le ordenó Venus totalmente —, y no vuelvas a acertarte a mi familia.

—Venus... —la frenó Lucas, pero esta se mostró lo suficientemente firme como para callarlos a todos.

Alanna abrió la boca en una ahogada exclamación.

Daphne miró al hermano mayor con suma decepción y, sin decir nada más, los rodeó y se dirigió a la puerta, no sin antes escuchar la dulce voz de la que sin duda se había convertido en una gran amiga.

—Como te pasas Venus —le dijo Alanna a su prima—, de verdad.

Y al segundo, la pelirroja salía por la puerta de los De la Vega detrás de Daphne

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora