CINCUENTA Y CUATRO

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Daphne inspiró aire puro y miró al cielo. El sol brillaba por su ausencia, en su lugar unos nubarrones negros y bastante feos se reían de ella desde lo más alto. Le gustaba la lluvia y los días tristes, sobre todo, cuando necesitaba despejar la mente. La soledad y el silencio que le proporcionaba esa mañana el Lago Rojo eran perfectos para aislarse a pensar.

Estaba agobiada y confundida, con una presión en el pecho que no le permitía respirar con normalidad. Se sentía extraña, diferente, como si algo dentro de ella estuviera cambiando, como si ya no fuera la misma Daphne que llegó a Torreluna en busca de un trabajo como profesora.

Al principio, lo achacó a sus sentimientos por Lucas, o quizá al ajetreo que se había instalado en Baila Conmigo después de que Claudia Castillo anunciara el festival que despediría la academia para siempre. Pero no tardó mucho en darse cuenta de que nada de eso tenía que ver con la rara sensación que estaba creciendo en su interior. Al contrario, el pueblo estaba más tranquilo que nunca y en diez días habían pasado muchísimas cosas.

Daphne había sumado a profesora de baile ser asistente personal de la directora, quien estaba frenética y no dejaba de dar órdenes a diestro y siniestro sin despegarse del teléfono. Con la ayuda de un equipo de limpieza, el trastero estaba convirtiéndose en un viejo y anticuado salón de actos. Para su sorpresa, la habitación era muchísimo más grande de lo que alguna vez hubiera imaginado y si bien no cabía todo el pueblo, si unas cien o ciento cincuenta personas.

Ella, por su parte, había comenzado a trabajar ya con los alumnos. A los pequeñitos de cinco años no les estaba costando aprenderse el baile del lago de los cisnes. Aunque lo más grande lo estaba llevando a cabo con los mayores. A petición popular e ideado por Kala, habían decidido montar una coreografía que mezclase distintos estilos de baile. Algo terriblemente complicado, para chicos que no tenían nada de técnica, pero muy divertido de hacer. Así que Daphne, atendiendo a las capacidades de cada uno, había optado por rebajar la dificultad de los pasos y hacer algo sencillo en el que pudieran demostrar sus dotes artísticas.

También estaba Lucas y la extraña relación que había comenzado con él. De día y para el resto del mundo continuaban siendo el arquitecto y la bailarina que no se soportaban y peleaban constantemente. De noche, sin embargo, las palabras sobraban y solamente hablaban los cuerpos. Y por mucho que se empeñara en negarlo, cada vez le estaba resultando más difícil aceptar que, una vez cerrase la academia, se iría y Lucas se quedaría. Y nunca más volvería a verlo. A besarlo.

Daphne sentía que una parte de sus miedos se habían esfumado en el mismo instante en que Lucas besó la cicatriz. De hecho, siempre que la tenía desnuda entre sus brazos le susurraba que era preciosa y que su cuerpo lo enloquecía, y ella, tontamente, estaba comenzando a creérselo. ¿Por qué no podía ser bonita a los ojos de alguien?

No era idiota y sabía que ilusionarse con él era un error, pero simplemente no podía evitarlo. Daphne lo quería como nunca antes había querido a nadie y eso, joder, le daba un miedo brutal.

Disfrutaban del sexo de mil maneras distintas y se reían a carcajadas después, charlando de un millón de cosas diferentes. Tampoco habían dejado de discutir, algo totalmente normal en ellos, pero ahora les parecía más divertido porque acababan quitándose la ropa con desesperación. Eso sí, ni una sola noche había dormido con él. Hacerlo solo significaría ver su cara al despertar, desayunar con él y despedirse para irse a trabajar con la promesa de volver a verlo por la noche. Lo que, sin ninguna duda, acabaría complicándolo todo.

Por otro lado, Daphne no había podido quitarse de la cabeza las palabras que Lucas le había dicho la noche que hicieron el amor por primera vez: «no sabes lo que quieres en la vida». Claro que lo sabía. Ella quería bailar, lo deseaba casi con desesperación, pero no podía hacerlo y, por eso, tenía que conformarse con cualquier cosa que, aunque no la hiciera saltar de alegría, tampoco la convirtiera en una infeliz. Desde aquel momento, no había dejado de pensar en su futuro, en qué haría después de que Baila Conmigo. ¿Buscaría otro trabajo como profesora? ¿O se resignaría a cualquier otro trabajo que le diera el dinero suficiente para sobrevivir?

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now