CUARENTA Y UNO

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Después de estar un buen rato analizando la situación y planteándose si hacerlo o no, allí estaba, parada enfrente de la casa de Lucas, observando como su hermana bajaba los tres pequeños escalones de la entrada y se encaminaba hacia la derecha sin percatarse de su presencia.

Daphne respiró hondo un par de veces y se acercó a la puerta, solo que luego de llamar al timbre se arrepintió de haberlo hecho. No tendría que estar allí, ella lo sabía, pero no le quedaba otra alternativa. Él era la única opción posible para que el festival de despedida de Baila Conmigo se hiciera realidad.

Lucas abrió de inmediato con una expresión de fastidio que, seguramente, iba dirigida a su hermana. No obstante, ésta cambió tan pronto como la vio. El asombro que titiló en la profundidad oscura de su mirada dejaba claro que era la última persona a la que esperaba ver.

Ella lo saludó con una sonrisa, como si la conversación de la tarde anterior no hubiera ocurrido. Él no le devolvió ni el gesto, ni el saludo. De hecho, parecía todo menos contento. ¡Qué bien!

—¿Habéis decidido todos joderme el sábado o qué?

Daphne sabía que se refería a Venus, pero no lo mencionó. Simplemente se encogió de hombros y dijo:

—No sabía si estarías en casa...

—¿Qué haces aquí? ¿No se supone que no ibas a volver a entrometerte en mi vida? —su tono agrio la hizo sentirse estúpida. Pero no bajó la guardia.

Lucas cerró la puerta tras ella y la guió hasta el salón.

—Necesito hablar contigo.

—¿Y no podía ser en otro momento? No sé, uno que no interrumpiera mi mañana libre.

—Es importante.

—Seguro —rodó los ojos, mientras se sentaba en uno de los sofás.

Daphne fracasó en su intento de no mirarlo. Más que nada, porque era imposible no hacerlo. Estaba increíblemente sexy con el pelo despeinado y un chándal viejo como pijama. Se mordió el labio inferior y desvió la vista hacia la cristalera que daba al jardín.

—Créeme que si no lo fuera no perdería mi tiempo viniendo hasta aquí —aseguró recomponiéndose.

—Bueno, pues aquí estoy. Escúpelo.

—Tampoco hace falta que seas tan borde.

—¿Por qué? ¿No es eso lo que me dijiste ayer? —sus palabras la hicieron sentir mal, culpable. ¡Y estaba harta de sentirse —. ¿O es que sufres de memoria a corto plazo y ya te has olvidado?

—Eres un capullo —lo insultó.

—Sí, sé que soy una persona horrible. No hay día en el que no me lo dejes claro. Lo que no entiendo es que haces aquí...

Ella lo miró con la decepción latente en sus pupilas.

—Tienes razón —aceptó—. No sé lo que hago aquí. Definitivamente, ha sido un error venir.

Y con todo su orgullo, dio media vuelta y salió del salón. A pesar de que Daphne sabía que Lucas no era así, que se estaba comportando como un imbécil porque seguía enfadado con ella, no iba a permitir tampoco que pagara con ella sus frustraciones.

—Eh, Bambi —la llamó, tratando de detenerla. Al ver que no funcionaba, salió en su búsqueda—. Daphne, espera.

Ella ya estaba con la puerta abierta, ofuscada y muy cabreada.

—Déjalo Lucas, es mejor que me vaya.

—No —negó él, situándose tras ella. Su olor se coló por sus fosas nasales, haciéndola titubear—, no te vayas. —Ella podía sentir el calor que emanaba su cuerpo, a escasos centímetros del suyo—. Por favor.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now