CINCUENTA

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—Un, dos, tres cuatro —Daphne marcaba el ritmo de Side to side de Ariana Grande, mientras sus ya no tan intolerables alumnos la seguían lo mejor que podían—, cinco, seis, siete y ocho. Y otra vez.

Estaba tan absorta en los pasos que no vio a Mireia, la recepcionista, entrar en el aula hasta que decidió parar la música para advertirles de su presencia.

—Daphne, la jefa te reclama.

—¿A mí?

—Eres la única Daphne que conozco.

—¿Y me quiere ver ahora? —sus cejas se juntaron hasta formar una. Quedaban todavía diez minutos de clase.

—Eso me ha dicho, sí.

Daphne suspiró.

—Genial, ¿y ahora qué he hecho? —recogió del suelo la sudadera verde de Bambi que combinaba con unos leggins del mismo color y se la puso—. Pues nada chicos, ya hemos acabado por hoy. Nos vemos el miércoles.

Los chicos comenzaron a recoger también. Ella se encaminó hacia el despacho de la directora, rehaciéndose en el trayecto la cola de caballo que llevaba en lo alto del cogote y que, al bailar, solía soltársele por la zona de la nuca.

Como Daphne se había portado bien y las clases parecían ir de maravilla, suponía que Claudia querría hablar con ella sobre el festival de despedida de Baila Conmigo, al que había dado luz verde según le había dicho Lucas anoche. Pero, ¿por qué no esperar a que acabara la clase?

Dio un suave golpe en la puerta y esta, que no estaba cerrada del todo, se abrió. La directora estaba sentada en su escritorio y sujetaba un bolígrafo entre el dedo índice y corazón mientras miraba ceñuda a su hijo mayor, que ocupaba la silla de enfrente.

A Daphne se le aceleró el puso y se le contrajo el estomago cuando lo vio, repantigado en el asiento, gesticulando con las manos. Era tan guapo que aturdía.

—Buenas tardes —interrumpió—. ¿Necesitabas hablar conmigo, Claudia?

Al escuchar su voz Lucas se giró de inmediato y sus ojos se encontraron con los de ella, sonriéndole con una de sus características sonrisas sesgadas que Daphne había comenzado a amar, o a odiar, no lo tenía muy claro. Después paseó su mirada por el llamativo atuendo que llevaba puesto y enarcó una ceja al ver la ilustración de Disney impresa en la sudadera.

—Sí, un momentito Daphne —Claudia le entregó un papel a Lucas y éste se levantó, absorbiendo toda la estancia con su presencia. El suéter azul cielo y los pantalones vaqueros que vestía le sentaban como un guante—. No te olvides de entregarlo, Lucas, por favor.

—No te preocupes, mamá. —Se acercó y, para su sorpresa, le dio un suave beso en la mejilla a su madre—. Nos vemos esta noche en casa.

—Está bien cariño, hasta luego.

Lucas se dirigió a la puerta sin apartar la vista de ella y cuando estaban tan cerca que Daphne podía percibir su olor, él le susurró:

—Bonita sudadera, Bambi —y salió de la habitación, rozando su cuerpo con el suyo.

—Siéntate Daphne —la voz de Claudia la devolvió a la realidad.

—¿Es importante? Estaba en medio de una clase... —le preguntó mientras ocupaba el asiento que había dejado libre Lucas.

¿Era posible que oliese a él o eran imaginaciones suyas?

—Lo es. —Claudia guardó unas carpetas en un cajón, bloqueó la pantalla del móvil y se centró en ella—. Quiero hablar contigo sobre el festival de despedida, aunque supongo que mi hijo ya te habrá puesto al tanto. —Daphne asintió con lentitud—. Me lo imaginaba —masculló Claudia y sonrió—, eres más lista de lo que pensaba.

Un baile y nada más   [FINALIZADA]Where stories live. Discover now