6. No Sois Nadie Ante Mi

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En la penumbra de un gran salón sentada sobre un trono de fría piedra, la reina Nia de Azgeda, la Nación del Hielo paseó sus dedos por la gélida hoja de su espada situada en su regazo. 

De pie tras ella permanecía Ontari su única Sangre Nocturna, la única persona que no debería estar allí ni pertenecer a Nia.

Las cicatrices que decoraban su cara no eran marcas de guerra, no eran prendas de batalla, tan solo algo que la marcaba como una propiedad más de la reina. Una cosa más que ella misma se había adjudicado sin preguntar.

Las amplias puertas se abrieron y dos de sus mejores guardias con pintura blanca en la cara y lanzas en la mano escoltaron a Roan, príncipe heredero de Azgeda atado con las manos a la espalda.

—Soltadle —ordenó la reina nada más verle aproximarse unos pasos.

Uno de los guardias se acercó y rápidamente lo intentó. 

En cuanto el candado que sujetaba la cadena se aflojó, Roan libero una de sus manos y con un duro golpe golpeo al guerrero en la garganta al tiempo que el otro reaccionaba y se disponía a apuntarle con la lanza. 

Antes de que el otro tipo cayese bruscamente de rodillas al suelo llevándose las manos al cuello sin poder respirar, Roan le golpeo con la rodilla en plena cara haciéndole caer hacia atrás y en un rápido giro atrapó la lanza del otro guerrero que incrusto por debajo de su barbilla atravesando hacia arriba su cara. 

El guardia cayó al suelo y la sangre comenzó a extenderse desde debajo de su cuello en la alfombra.

—Dime lo que quieres madre o la próxima en morir serás tú —amenazó él con la lanza en posición defensiva. 

Nia ni siquiera se movió, optando por la indiferencia ante el pobre espectáculo ofrecido por su hijo, mientras escuchaba al otro guerrero retorciéndose de dolor en el suelo con la nariz rota.

—El valor inunda tu boca pero desprotege tu corazón. Acércate Roan de Azgeda tenemos que hablar —le dijo ella en tono autoritario pero condescendiente.

—Me has hecho detener, no tengo nada que hablar contigo —le reprochó él con dureza.

—Ontari —pronunció ella al escucharle y la joven Natblida avanzo dos pasos en su dirección hasta acabar situándose a su lado. 

Nia alargó la mano lentamente acariciando su bello rostro y antes incluso de que la Natblida supiese qué estaba pasando, Nia cerro la mano y jalo de su pelo con tanta fuerza que aquello la obligó a agacharse y sin tiempo a más, colocó inesperadamente la hoja de su espada a ras de su cuello. 

En cuanto la afilada hoja araño su piel, la negra sangre se abrió paso deslizándose muy lentamente por ella. 

Roan tensándose inadvertidamente dio dos pasos hacia su madre que en lugar de aflojar su agarre lo estrechó aún más. 

Ontari siseo sordamente al sentirlo pero la expresión de su cara no varió demasiado. Sus ojos buscaron los de Roan y este enseguida, dejó caer la lanza al suelo.

—Azgeda te necesita —dijo Nia captando al fin su atención—. Necesita a su príncipe y yo necesito que hagas algo por mi, ¿podrás hacerlo?

—Suéltala y entonces hablaremos —propuso Roan cerrando los puños instintivamente.

Nia que dibujó una fría y escondida sonrisa, meneo suavemente la cabeza al oírle.

—Vuelves a errar mi pequeño príncipe, tú no me das ordenes —le espetó ella con inflexible dureza sin soltar a Ontari—. Yo doy las ordenes, y tú haces lo que yo diga.

—¿Y si me niego, madre? —la desafió él con rencor en la mirada.

La negra sangre de Ontari continuó resbalando por la alargada y afilada hoja deslizándose lentamente hasta que oscuras gotas mancharon el suelo.

—¿Tantas ganas tienes de averiguarlo, hijo mio? —le desafío ella con una pérfida sonrisa en el rostro, sosteniéndole retadoramente la mirada.

El príncipe tragó enfrentando sus ojos con gélida dureza.

—Te escucho.

Nia que soltó bruscamente a Ontari a sus pies como si no significase lo más mínimo para ella, se sentó mejor en el trono sosteniendo con firmeza la empuñadura de su espada apoyando su afilada punta en el suelo.

—Bien, comencemos...

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Where stories live. Discover now