31. Deber y Honor

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Clarke que ha aprovechado que al fin los otros embajadores y sobretodo Titus han dejado de atosigarla tras comprobar que no le falte de nada a su gente, se acerca a contemplar como ha quedado el tumultuoso suelo iluminado a la luz de las antorchas. Son cientos, miles las muestras de afecto que han sido depositadas bajo el altar y sobre las suntuosas alfombras.

Sabe que la mayor parte son muestras sinceras, Lexa la Heda de los Trece Clanes es muy querida por todo el pueblo. No es de extrañar, consiguió lo que ninguna otra Comandante antes había conseguido, unificar todos los clanes e instaurar una sólida alianza de paz. Había hecho mucho por ellos y por eso, todos y cada uno de los súbditos leales a ella no dudarían ni un instante en dar su vida a cambio de la de Lexa.

Los trikrus si algo tenían era un alto concepto del honor, el orgullo, el coraje y el valor, y no podía decirse que la Comandante, no representase con creces cada uno de ellos.

El sacrificio que Lexa había hecho aquel día al anteponer a su pueblo a sus propios deseos y a su voluntad, la convertían a ojos de Clarke no solo en una buena y honorable líder si no en alguien mucho más generosa de lo que ella alguna vez pudo llegar a pensar.

Ahora mismo la Comandante merecía más su compasión que el desprecio o el odio que alguna vez pudo haber sentido por ella. Esa unión, era sin duda su expiación por lo ocurrido en el Monte Weather.

Sin embargo por mucho que pudiese parecer, Clarke no estaba disfrutando de ello. Más bien todo lo contrario, su dolor le daba pena.

Lexa le daba pena.

Abigail que acababa de anunciar a los skykru que había cedido la insignia de Canciller a Kane se acercó a ella mientras su gente lo celebraba a lo lejos felicitando al nuevo Canciller a lo lejos.

Clarke que sintió la mano de su madre sobre su espalda se giró para ver quien era, relajandose al ver que solo era ella.

—Mirales —dijo Abby con una sonrisa viendoles festejar integrados a lo lejos—. Están felices, Clarke. Y en parte es gracias a ti.

Clarke que se les quedó mirando viendo a mucha de su gente sonreír abiertamente y compartir por primera vez desde que habían llegado a tierra. Puso buena cara a su madre. De alguna extraña forma le parecía que no formaba parte de ese circulo. Nada era como antes, le parecía estar fuera de lugar en todo momento y no sólo le ocurría estando con su gente. Era ella, no el entorno lo que había cambiado a su alrededor.

Solamente ella.

—Se que apenas he tenido tiempo de agradecerte todo lo que estás haciendo por nosotros, pero quiero que sepas que me siento muy orgullosa de ti —le aseguró Abby tomándola del rostro antes de besar su frente con veneración.

Clarke que no quiso forzarse demasiado, no con lo susceptible que se sentía esa noche negó imperceptiblemente con la cabeza.

—No tienes nada que agradecerme, habría hecho cualquier cosa por todos vosotros.

—Lo se —asintió Abigail admirando su rostro con ternura. Su Clarke había crecido ante sus ojos sin que ella apenas se diese cuenta. Era la mujer sensata y madura que Abby creyó que sería algún día cuando la imaginaba de mayor en el Arca.

Todas las llamas de las antorchas y las hogueras se apagaron al mismo tiempo cómo si un suspiró las hubiese sofocado. El incesante sonido de los tambores que habían tocado desde el alba hasta ahora sin detenerse cesó y todo se quedo en sepulcral silencio. Abigail se volvió al tiempo que Clarke levantaba la mirada desorientada.

Sin siquiera percatarse de ello, Roan y Lexa ya caminaban uno al lado del otro a lo largo de un extenso camino bordeado por los cuencos que cada clan había aportado al dar las Trece Bendiciones alineados a cada lado de la ancha y roja alfombra cubierta de nieve fresca y tierra cuyo final se perdía bajo la gran Torre.

El final apoteósico a tan extraordinario acontecimiento. La ceremonia al fin llegaba a su termino, aunque solo para los contrayentes pues la fiesta aún proseguiría para el pueblo al menos dos día más.

—Debo reconocer, que es muy valiente por su parte—reconoció Abby fijándose en Lexa a lo lejos—. No se si yo hubiese podido hacerlo.

—Hacemos cuanto debemos para sobrevivir aquí abajo —murmuró Clarke queriéndose convencer casi más a si misma que a su madre—. Ella solo hace lo mismo.

—Matarón a alguien a quién quería Clarke, la dejaron allí para verla. No debe ser fácil abandonar esos deseos de venganza cuando tienes que dormir junto a quién ha hecho eso.

Clarke que no había pensado hasta ahora en ello, se dio cuenta de lo que Lexa tendría que hacer ahora que había contraído esa sagrada unión con Roan y se quedó un tanto paralizada. Ese impensable momento probablemente iba a ser lo más duro de toda está historia. Lo más duro para Lexa.

Desconocía cómo era el renombrado príncipe Roan de la Nación del Hielo. Desconocía las costumbres en ese sentido de Azgeda, del Pueblo Arbóreo o de los trikrus en general, desconocía muchas cosas pero de una si que podía estar más que segura...

No podría dormir pensando en lo que podría pasarle a Lexa en lo que quedase de noche.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum