131. Pauna

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Algunos rayos de sol se cuelan entre la empapada y resplandeciente maleza mientras que los hombres de Lexa avanzan por el bosque bordeando el río Kanec. Las ordenes son claras, encontrad la cueva que alberga a los protegidos de Heda y llevarles sanos y salvos a Polis pero las condiciones en las que se encuentra el bosque tras la tempestuosa tormenta no ayuda en nada.

—Vigilad bien donde pisáis —dijo uno de los guerreros viendo una montaña de piedra, raíces y lodo tropezar en su avance—. No debemos estar ya lejos.

—Aquí hay sangre —vociferó uno de los fieros hombres desde atrás agachado en el suelo junto al agua—. Mucha...

El cabecilla se volvió a mirarle y se encaminó hacia ellos fijandose en como el agua que resbalaba por el riachuelo estaba teñida de sangre. Su rostro cambió y su mirada se dirigió al otro lado del río.

—Estad atentos... —murmuró distinguiendo el cuerpo descompuesto de un gran venado a lo lejos entre el barro completamente abierto en canal—. No estamos solos...

Los hombres desenvainaron de inmediato sus espadas y cuchillos atentos a su alrededor. Instantes después de entre los árboles se escuchó un horripilante y grave rugido y el enorme cuerpo del salvaje gorila dueño y señor de esos lares saltó sobre ellos.

—¡Pauna! —gritó uno de los guerreros disponiéndose a volverse y huir—. ¡Corred!

El gorila que alargó su brazo le agarró fuertemente de la cabeza antes de que pudiese hacerlo y le machacó la cabeza contra el suelo, despedazando con fuerza despues su brazo del resto de su cuerpo.

Los fieros guerreros trataron de dispersarse pero la salvaje bestia saltó frente a ellos y en cuestión de segundos agarró sus fornidos cuerpos haciendolos añicos al golpearlos unos contra otros deshechándolos en el río despues.

El cabecilla del grupo corrió espada en mano y se deslizó por entre el barro para que la corriente le arrastrase río abajo, escuchando como la gran masacre tenía lugar a sus espaldas. La bestia profirió un estruendoso rugido y se golpeo con los puños el pecho mientras sus afilados colmillos se cerraban de nuevo sobre el hombro de uno de los hombres y arrancaba de ellos su cuerpo como si nada le costase. La sangre chorreante de su boca fue la última imagen que tuvo el guerrero antes de que el torrente de agua le alejase golpeándole entre piedras y maderas por el barro de allí.

Si el pauna había dado con ellos, también habría matado ya a los protegidos de Heda. Todos ellos, absolutamente todos estaban muertos...

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Where stories live. Discover now