66. Lo Prometo

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Los pasos apresurados de Ontari resonaron por los fríos pasillos de la Fortaleza del Hielo. Los guardias le habían dicho donde poder encontrar lo que tanto había estado ansiando y las manos le temblaban de pura anticipación.

Cuando llegó a la puerta de la estancia donde Eilan residía los guardias se envararon enfrentando la presencia de su nueva reina. Ontari ni siquiera lo pensó y abrió la puerta entrando precipitadamente a la habitación.

—No —murmuró asustada una niña de apenas dieciseis años cubriendo al niño protectoramente entre sus brazos.

Ontari que se fijo en ello de inmediato alzó las manos en señal de paz.

—No se quien eres pero no voy a hacerte daño —dijo enseguida con intención de calmarla—. Ese niño que tienes ahí me pertenece y solo he venido a por él.

—Pero la reina Nia dijo... ella dijo...—titubeó nerviosamente la niña temblando con el niño aún en brazos.

—La reina Nia ha muerto —anunció Ontari conteniendo su impaciencia antes de extender los brazos hacia ella—. Dame al niño y no sufrirás daño alguno, te lo prometo.

Lexa que tardó algo más en llegar al umbral de la puerta se fijo en la pequeña con el niño en brazos.

—Puedes confiar en su palabra —le aseguró Lexa firmemente viéndola dudar temerosa.

La chica que escuchó la voz de Lexa se apresuro a agacharse apretando al niño contra su pecho.

—Heda...

Lexa que se la quedo mirando largamente miró despues a Ontari haciéndole un gesto para que se acercase.

Ontari que lo hizo inmediatamente no tardó en arrebatarle con cuidado al niño de entre los brazos. El pequeño Eilan enseguida comenzó a llorar de incomodidad y miedo y cuando Ontari quiso mirar su dulce cara su rostro se afligió.

—¿Pero qué te ha hecho? —tembló sintiendo la impotencia y la rabia atenazarle el estomago mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. El rostro del niño estaba cubierto de pequeñas cicatrices distintivas de la Nación del Hielo.

Lexa que dio algunos pasos adentrándose en la habitación permaneció en silencio contemplando cómo el niño lloraba y la niña no dejaba de temblar arrodillada en el suelo con el mismo tipo de cicatrices en el rostro.

—¿La reina Nia ha dispuesto esto? —preguntó Lexa acercando la mano a su barbilla para levantarle el rostro y verla mejor.

La niña temblo aún más atreviéndose a asentir nerviosamente.

—Dijo que era para no olvidar a donde pertenecíamos —admitió entrecortadamente la niña sin atreverse a mirar directamente a Lexa sino al suelo.

Ontari que meció al niño hasta calmarlo poso los labios sobre su rostro cerrando los ojos.

—Eilan soy yo, soy mamá —murmuró ella compungida al ver que no dejaba de llorar—. Me desconoces pero soy yo. Soy yo mi vida, soy yo lamento haberle permitido hacerte daño. Nunca más volverás a sufrir así te lo prometo. No llores, no llores soy mamá.

Lexa que desvió la mirada intentando no mostrar lo afectada que estaba en aquel momento le ofreció la mano a la niña que dudó en tomarla durante unos segundos.

—Adelante, yo tampoco voy a hacerte daño —prometió Lexa viendo como temblorosamente la niña cedía y posaba su mano sobre la suya levantándose del suelo con su ayuda—. ¿Dónde están tus padres?

La niña que tembló al oírla preguntar sintió las lágrimas llenar sus ojos y apartó la mirada hacia el suelo avergonzada de llorar ante ella.

—La reina Nia ordenó sus muertes hace meses. Estoy sola.

Ontari que parecía estar consiguiendo calmar al niño dirigió la mirada hacia ella y luego hacia Lexa.

—No, no lo estás —repuso Lexa instantes después deslizando el dorso de su mano por su mejilla llevándose las lágrimas con ella y deseando llevarse también todo su dolor. Ella un día había sido como aquella niña, sola. Perdida. De no ser por Anya, seguramente habría muerto como una solitaria natblida. No tuvo que pensarlo mucho para tomar la decisión—. Yo cuidaré de ti.

—¿Lo prometes? —preguntó la niña reteniendo las lágrimas al oírla mirando esperanzada su rostro.

—Lo prometo —replicó Lexa un instante después fijándose bien en ella y en lo indefensa que parecía en aquel momento.

Ontari que poso los labios sobre la mejilla del niño aspirando su dulce aroma cerro los ojos antes de reflexionar sobre lo obvio. Al parecer, no solo ella había atesorado un hijo.

Al final iba a ser cierto que la Heda de los Trece Clanes si que tenía corazón.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن