37. Regalo

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Ontari se sentía extraña encontrándose fuera del alcance de Nia en la capital. Caminar libremente por los pasillos de la Torre, suponía algo completamente nuevo para ella. Era consciente de que algunas plantas, especialmente donde se encontraban otros natblidas o Sangres Nocturnas estaban vetadas para ellas. No es que la Comandante desconfiase de ella, es que directamente conocía cuáles serían sus intenciones al tenerles cerca.

Si algo era Lexa, era perspicaz y astuta.

Sospechaba que había dos motivos por los cuáles había decidido reclamarla en Polis, uno era el deseo de importunar a Nia, otro posiblemente el más inteligente de todos desalentar a Roan de cualquier clase de acercamiento con ella.

Reconocía su buen juicio al hacerlo. Roan tenía ordenes especificas para Lexa, ordenes claras de Nia que convertirían la vida de la joven Comandante en un insoportable infierno. Ordenes que Roan cumpliría para proteger lo que era suyo, lo que le pertenecía por derecho.

Él no arriesgaría nunca su vida ni la de Eilan por contrariar a su madre. Entendía su postura en todo aquello. Entendía lo que esa clase de unión acarrearía y que pronto la Coalición no se conformaría solo con ello.

A la larga, un heredero del Pueblo Arbóreo y de Azgeda sellaría el acuerdo de paz. Era una simple cuestión de tiempo.

Ontari avanzó por uno de los sombríos pasillos fijándose en cada pared y grieta a su paso. Cada puerta, cada inexplorable sala cerrada, memorizandolo todo. No tenía deseos de escapar de allí, no por el momento.

Tampoco conocía las verdaderas intenciones de Lexa al traerla allí por mucho que quisiese conjeturar al respecto. La realidad es que desconocía para que había sido convocada allí.

Clarke que salía de uno de los innumerables salones se cruzó con ella quedándose de lo más quieta.

—No sabía que la reina Nia, estuviese aquí —dijo Clarke viendo a lo lejos como los vigilantes centinelas custodiaban el acceso a las estancias y las escaleras.

—No he venido con ella —replicó Ontari nada más escucharla.

Titus que abandonaba el salón junto con otros embajadores se acercó a ellas.

—Tú no deberías estar aquí —dijo ásperamente enfrentando el rostro de Ontari—. Te dije que no te movieses de la habitación hasta que Heda te hiciese llamar.

Eso desconcertó soberanamente a Clarke que se volvió a mirar al viejo consejero.

—¿Qué hace ella aquí?

—Lexa la ha reclamado como suya —dijo Titus volviéndose a mirar a la skykru—. Una concesión de Azgeda.

—¿Concesión? —preguntó Clarke arqueando una de sus cejas con cierta sospecha, no pudiendo evitar que sus primeras palabras la celasen.

—Un regalo de Heda para que el príncipe Roan no eche de menos su tierra y le acompañe en todo momento —le confió Titus al mirar a Ontari, que sería la nueva protectora de Roan sin aún saberlo.

Ontari se quedó paralizada al oir sus palabras, teniendo razón en todo momento. Lexa buscaba la forma de distraer la atención de Roan de ella y por eso la había traído a la capital, porque conocía el amor que profesaba por ella.

Generoso.

Muy generoso por su parte desde luego, y más aún sabiendo cuántas habían sido las veces que la Comandante había sido provocada y hostigada por la Nación del Hielo.

Clarke que se la quedó mirando supo enseguida al verla que ella tampoco tenía ni idea del porque estaba allí hasta que Titus lo había dicho.

—¿Dónde esta Lexa? —preguntó Clarke que no la había visto desde el día anterior durante la ceremonia.

—Heda, no podrá ser molestada hasta mañana por la noche. Un día entero es la costumbre trikru para que unos recién desposados se conozcan.

Ontari desvió la mirada y Clarke apartó la suya al darse verdadera cuenta de a qué se refería.

—Aún así, si hay algo que necesite ser discutido tienes al Conclave a tu entera disposición —le ofreció él a Clarke enteramente.

—Esperaré —dijo ella viendo a Bellamy de pie a lo lejos aguardándola en silencio—. Hablaré con ella cuando tenga ocasión.

—Una decisión muy acertada, no querrás que los otros embajadores te tomen por necia, ¿no? —se sonrió sutilmente Titus sabiendo cuál era el asunto a tratar con Heda—. Encontrar al resto de skykru, ahora mismo no es una prioridad.

—¿Eso lo dice Lexa o lo dices tú? —le desafío con la mirada Clarke al escucharle.

Ontari que contempló todo en el más absoluto silencio se fijó en cómo el viejo embajador endurecía ligeramente su mirada en silencio.

—He dicho que lo hablaré con ella mañana —repitió Clarke antes de pasar por su lado avanzándose para ir a dar con Bellamy a lo lejos.

No había podido volver a dormirse después de los ruidos oídos durante la noche anterior, estaba irritable y tensa. Cansada, exasperada y apesadumbrada, ni a Titus ni a nadie le convenía discutir con ella en aquellos momentos.

Puede que para él, encontrar los restos del Arca que habían caídos desperdigados a la Tierra junto con el resto de su gente no fuese una prioridad pero para Clarke encontrarles supondría todo un comienzo.

Mucha gente de Arcadia añoraba a sus seres queridos, muchos confiaban en que algún día tendrían la posibilidad de reencontrasen con ellos.

Los otros supervivientes de Arcadia, aquellos con los que habían perdido el contacto al caer. Aquellos que se escondían o los cuáles yacían prisioneros en alguna parte de aquellas vastas tierras. Clarke no quería conflictos, no quería contiendas. Solo que Lexa interviniese para que se los devolvieran.

La paz de los doce clanes con el decimotercero comenzaba por ahí, sabiendo de antemano el difícil trabajo que tendría por delante para llegar a un justo acuerdo para sus gentes.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora