35. Derrotada No

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Cuando la hoja se deslizó nuevamente por su estomago, Lexa supo que moriría con certeza.

Sentía como su piel se entreabría y como la negra sangre se deslizaba lentamente goteando sobre sus desnudos pies que se retorcían de dolor sobre la húmeda tierra, preparándose para lo que vendría después.

Apretando los dientes, jadeó y dejó que el dolor pasase a través de ella. El cuerpo entero le tembló, y sólo deseó que todo terminase de una vez para que aquellos a los que habían capturado con ella, pudiesen ser liberados. Se alegraba de que Anya no estuviese allí para ver eso.

Otro lento corte, otro lastimoso quejido.

Más dolor, pero ni un solo grito.

Nia no lo conseguiría. 

No de ella.

Lexa sentía que estaba a punto de desmayarse. Podía oír a los suyos protestando y revolviéndose en su encierro, luchando por que se detuviesen. No lo hicieron. Sus captores siguieron cumpliendo la orden bajo la atenta mirada de la reina de la Nación del Hielo.

Les habían capturado a sabiendas de que Lexa sería la próxima Heda y que las severas represalias por su muerte desencadenaría una guerra.

Anya, la Comandante que lideraba el Pueblo Arbóreo la vengaría junto con a toda su gente. Nia se había equivocado al querer demostrar su fuerza ante los otros clanes de esa manera. Lo único que conseguiría con ese acto sería provocar más muertes innecesarias que forzarían otro cruento conflicto. 

Torturar a una niña de diecisiete años ante los ojos de su gente no es que dejase a la líder de la Nación del Hielo en muy buen lugar ante su gente. Más que nada porque eso sólo demostraba el temor que sentía porque Lexa asumiese todo el poder.

De ningún modo, pretendía permitir que ocurriese eso. Ninguna cría iba a dejarla en evidencia ante su pueblo.

Lexa levantó lentamente la vista algo abotargada por la cantidad de dolor que estaba soportando, y miró con cierto desafío los ojos de Roan, el joven príncipe de Azgeda.

—Tienes... que atarme... para doblegarme... porque los dos sabemos... que en una lucha justa... —siseo ella burdamente en trigedasleng desafiante—. Jamás... me vencerías..

Sus palabras golpearon al chico como si de afiladas cuchillas se tratasen. La expresión de su rostro cambió, al igual que la expresión en el rostro de Nia al verle rebajado de esa forma, y la vergüenza tiño su impávida cara conteniendo toda su ira.

—¡Hazla callar! —ordenó Nia de Azgeda a su primogénito, el cuál se quedó quieto, incapaz de hacerlo. Nia que se enfureció al ver eso descendió de su puesto y le apartó con la mano fieramente haciendo que Roan cayese al suelo.

La mano de Nia se elevó por encima de su cabeza en el aire golpeando la cara de Lexa con mucha más fuerza de la necesaria. El sonido restalló en el aire y la cabeza de Lexa quedó colgando sobre su pecho. Sus rodillas la traicionaron y las prietas cuerdas que sujetaban sus manos y sus caderas al alto poste de madera, impidieron que cayese. Un hilillo de sangre negra resbaló por la comisura de sus labios cayendo sobre ella.

Lo soportaría.

Soportaría hasta que Anya llegase por ella. 

Jamás renunciaría a ella sin pelear. Lexa era el futuro de los clanes, la esperanza del pueblo. 

Siempre había sido ella, desde el principio.

Ahora que el dolor la devolvía a la realidad apartando aquellas memorias y divagaciones de su mente, era muy consciente de que nadie vendría por ella.

Absolutamente nadie.

Le dolía respirar. Le dolía íntegramente todo el cuerpo tendida boca arriba sobre el ahora atestado suelo. La respiración entrecortada aún por la dura contienda. Su corazón bombeando con fuerza en el interior de su pecho.

El crepitante sonido de cristales rotos y astillas de madera que habían por todo el suelo se acrecentó cuando Lexa volvió la cabeza con esfuerzo hacia el lado derecho pegando su mejilla amoratada al suelo.

Roan igual de contusionado y herido que ella yacía boca bajo a poco más de medio metro de su cuerpo. Lexa trató de no volver a caer en la inconsciencia y abotargadamente abrió los ojos una vez más, alargando la mano con intención de alcanzarle.

Aún así Roan seguía estando demasiado lejos para ella.

Lexa con esfuerzo trató de darse la vuelta sintiendo los cristales crujir bajo su cuerpo clavándose en aquellos lugares donde la tela del vestido ya no cubría y su carne desnuda era más tierna.

Apretando los dientes, siseó con doloroso esfuerzo y se arrastró lentamente como pudo hasta llegar a su inmóvil cuerpo.

Deseo con todas sus fuerzas que aún respirase, que siguiese con vida.

Conseguir matarle no haría más que desencadenar la guerra que con tanto ahínco había luchado por evitar.

Un dolor intenso le atravesó el abdomen y Lexa se llevó la mano a él sintiendo la caliente y oscura sangre manchar sus dedos. Cerró los ojos y se concentro en seguir consciente antes de empujar con su último aliento el pesado cuerpo de Roan que rodó quedando de costado en el suelo. Lexa entonces llevó temblorosamente dos dedos hasta su garganta. Su pulso era débil si, pero al menos no le había abandonado.

Eso la relajó soberanamente antes de dejarse caer de espaldas sobre el sucio suelo presa de un alivio que jamás creyó posible que sentiría al saberle con vida.

Había sido un día terriblemente largo, uno cargado de tensión, dolor e inquietud para todos ellos. Un día agotador sin duda, pero las primeras luces del amanecer en aquellas destrozadas estancias no le habían traído mejores presagios futuros.

La Nación del Hielo no la sometería.

Azgeda no la doblegaría.

Ella era Lexa kom Trikru, orgullosa trigeda, líder del Pueblo Arbóreo y Comandante de la Sangre. Respetable y honorable guía de los Trece Clanes, algo que ni siquiera Roan, príncipe de Azgeda comprendería.

Ahora que se había revelado a que debían atenerse uno y otro, Roan iba a tener que aprender a coexistir con ella, cuya voluntad no sometería al pueblo de Azgeda y mucho menos a las ordenes de su reina.

Ella era Heda de los Trece Clanes y por mucho consorte que Roan fuese, moriría como los demás que osasen tocarla en contra de su voluntad. Sin importar quién se opusiese a ello.

Ni Azgeda ni la Coalición presumirían jamás de poder hacerlo.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Where stories live. Discover now